sábado, 15 de marzo de 2008

'Spitzergate', sexo, traición y cintas de audio

Dime de qué presumes y te diré de lo que careces. Aunque suene a refrán de la abuela y tópico pasado por la sartén 17 veces, la frase se acopla a Elliot Spitzer como un guante de seda italiano a la mano de Monica Bellucci. Spitzer es el protagonista de la última bomba de sexo, traición, puritanismo y esperanzas rotas que nos ha regalado la mejor cantera de historias cinematográficas del mundo: los Estados Unidos de América. Nadie como los gringos para fabricar héroes, demoler ídolos caídos y sacar brillo a las rendenciones de pecadores que han vuelto a ver la luz. Esta vez la estrella apagada es Elliot Spitzer, genuino representante de la doble moral que atraviesa gran parte de la clase política del país, y que tipos sagaces como Michael Moore o Larry Flint han destapado más de una vez.

Vamos por partes, que decía el carnicero de Rostov. El Spitzergate ha explotado en La Gran Manzana, la ciudad que nunca duerme -que eternizó La Voz Sinatra- y la República Independiente de Nueva York -que acuñó mi brillante hermano Julián Santana-. Desde que los Neanderthal fueron arrinconados por los Cromagnon, la ciudad que los colonos holandeses compraron por una caja de baratelas a la tribu Lenape ha sido feudo inexpugnable del Partido Demócrata en cada elección presidencial. En ningún otro asfalto de EEUU la palabra Bush suena a akelarre sacrílego como en un mercadillo del Soho, un club de jazz de Harlem, una cervecería de Brooklyn o una pastelería judía de Staten Island.

Sin embargo, para sus asuntos internos, los neoryorkinos han venido eligiendo alcaldes y gobernadores republicanos en los últimos lustros. Orden y un poquito de mano dura policial es el estribillo que quieren oir. Eso sí, cantado por republicanos de tercera vía, políticos que en Alabama serían tomados como miembros del Partido Comunista. Rudy Giuliani, gran héroe mayor del 11-S, divorciado conspicuo y defensor público del aborto, George Pataki, ahora Michael Bloomberg, el hombre que quiere fundar un tercer partido para ser el presidente del centro (¿no iba a ser eso Rajoy?)... Para competir de igual a igual en el mercado interno, los demócratas, tras una larga travesía, encontraron al púgil perfecto: Elliot Spitzer, "cruzado del año" para la revista Time por su labor intachable contra el crimen en la fiscalía de Nueva York.


Elliot, cuyas orejas guardan un asombroso parecido con otro Elliot, ese imborrable niño de E.T, era un político en imparable ascensión. Con la inteligencia y la ética de trabajo judía, duro, insobornable, hecho a sí mismo... Un abogado que ganó fama enfrentándose a los corruptos en la fiscalía general del estado, el mismo sendero que llevó a Giuliani al corazón de los neoyorkinos. Así que, con la buena prensa, el dinero de los lobbies y la reputación de un Elliot Ness revivido, Spitzer ganó con holgura el puesto de Gobernador del Estado. Desde ese plaza, fue sumando apoyos y elogios, mientras coqueteaba con la idea de, en el futuro, lanzarse a la carrera presidencial. En el partido Demócrata estaban encantados.

Pero he aquí que el apóstol de la moral pública, perseguidor (no Cortaziano) de la prostitución y dedicado hombre de familia, en sus horas libres se ponía el antifaz y se convertía en el superhéroe Client number 9, que suena a canción del genio de Minneapolis antes conocido como Prince. San Spitzer el justo se gastaba más de 50.000 euros en putas de lujo, a unos 3.000-4.00 dólares el polvo (bueno, la tarde, imagino que se podría repetir...), y habitualmente invertía la plata (¿del erario público?, ¿dietas?) en una: Kristen. El FBI le tiene grabado y regrabado en conversaciones telefónicas en las que no habla precisamente de obras públicas... Aparte de traicionar a su mujer y alimentar la sed de morbo en vivo de la aldea global (está pasando, lo estás viendo, que diría la CNN), Spitzer ha convertido en estrellas al Emperor's Club VIP y, aún más, a su compañera de habitación del hotel Mayflower de Washington. Que hermosa ironía, el hotel que comparte nombre con el Mayflower Compact, el acta fundacional de la colonia protestante y puritana en Estados Unidos en 1620.

El hombre que glosaba los valores matrimoniales, abobinaba de las mujeres que vendían su cuerpo y blandía la ley como una tabla sagrada de Moisés, se zambullía metódicamente en el oficio más antiguo del mundo. Según la fantástica Heidi Fleiss, gran Madame de Hollywood y ama de llaves de los secretos oscuros de actores, políticos y sacerdotes de la tierra prometida, el cliente número 9, a saber, el buenazo de Elliot, era "un gilipollas arrogante". Buuf, demasiado para el buen samaritano. ¿Habrá grabaciones con las lengua sucia de San Spitzer? Seguro que sí, y seguro que las conoceremos en próximas entregas....

Como Larry Craig, -senador por Idaho, conservador homófobo por fuera, tocador de genitales masculinos en servicios públicos por dentro-, como Ed J. Hoover -deportador de Charles Chaplin y encarcelador de homosexuales de día, gay y trasvestido de noche-, como Newt Gingrich -Mr. 'valores familiares' y martillo de Bill Clinton en la época Lewinsky, mientras le era infiel a su segunda mujer después de abandonar a la primera cuando tenía cáncer-, como Joseph McCarthy -el inquisidor cazador de comunistas y padre de la lista negra, que era un alcohólico compulsivo entre comité y comité del Senado-, como Javier Rodrigo, teniente de alcalde ultracatólico del PP en Palma, autor de la Guía Campsa de prostíbulos cuando cerraba los plenos. Grandísimos hijos de... la moral, políticos que levantaron la antorcha de la pureza, representantes del puritanismo protestante, de la quema de brujas, del proselitismo de un mundo blanco y negro, de buenos y malos...


La historia tiene aún más alicientes. La puta de lujo, de nombre Ashley Youmans, aunque se hacía llamar Ashley Alexandra Dupré (nada como un apellido francés para autosofisticarse en el mercado), ya ha sido entrevistada por The New York Times (¡a eso se llama periodismo exprés!). Resulta que tiene página en Myspace.com (¡las visitas se acercan a los 4 millones, es la era del vouyerismo global!) y que "la música lo es todo“ para ella. De hecho, su canción ya es una de las más descargadas en iTunes, y la chica va camino de convertirse en la nueva Paris Hilton.

La muchacha enseguida ha recitado los 7 pasos que marca el Manual de la pecador/a arrepentida. Viene de un "hogar roto donde sufría abusos", ha estado al borde del colapso existencial por meterse más que Pete Doherty (ahora ya no prueba ni un Marlboro light), llegó a ser indigente y, en realidad, su corazón es puro y sincero: lleva una cantautora en el alma y compone canciones como Podemos cambiar (muy apropiada...). De hecho, se fue a Nueva York hace dos años convencida por un malicioso productor de que su talento musical era tan grande como su dinamismo en la cama. A sus 22 años, asegura que ha aprendido "lo que es tenerlo todo y perderlo una y otra vez". No quiere que la vean como un mosntruo... Ni un telefilm de Antena 3 de los sábados podría tener un guión tan perfecto.

Sus padres se han quedado de piedra al conocer la noticia, aunque a su madre se le ha escapado que su hija sería capaz de engañar a cualquier hombre. Joder, eso se llama amor filial. Mientras, recién dimitido como gobernador, Spitzer quiere "recuperar la confianza de la gente". Por ahora, sólo con observar los ojos acuchillados con los que le miraba su mujer cuando presentaba solennemente la renuncia, lo tiene jodido. Pero por qué no suponer que en un par de años pueda volver incluso a la arena polítca. Las noticias de hoy envuelven el pescado de mañana, y, si algo ama Estados Unidos, como decíamos al principio, es a los pecadores arrepentidos.

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