sábado, 16 de enero de 2010

Lamazares y el eje del mal

¿Se imaginan el esfuerzo económico y humano que emplea el FBI, y otras agencias de inteligencia norteamericanas, en la búsqueda de Osama Bin Laden? Washington perdió la pista del barbudo saudita hace ya ocho años. Actualmente la recompensa por facilitar datos que ayuden a localizar algún día su paradero es de 25 millones de dólares (17,3 millones de euros). Pues bien, esta semana la oficina federal de investigación lanzo una campaña con un nuevo retrato robot del líder de Al Qaeda.

El director de la rama de Ciencia y Tecnología del FBI, Louis E. Grever, subrayó que las imágenes retocadas "son un importante ejemplo de cómo se pueden utilizar los avances tecnológicos y científicos para localizar y llevar ante la Justicia a fugitivos". Bin Laden forma parte del elenco de 18 terroristas cuya imagen ha sido retocada por el FBI y presentada en rewardsforjustice.net. Grever afirmo que "El FBI tiene y seguirá aplicando tecnología de vanguardia forense, biométricos, y las capacidades técnicas de nuestros casos más difíciles. Junto con muchos de nuestros socios, tanto aquí como en el extranjero, pedimos que el público nos ayude a localizar y detener a aquellos que nos amenazan".

En la ultra mega tecnológica transformación infografica se especula con el envejecimiento y el cambio de look del saudita malo malísimo. "La última foto que teníamos suya tenía entre 15 y 18 años de antigüedad", indicó en declaraciones a Efe, Ken Hoffman, de la unidad de investigaciones del FBI. Desde entonces no hay ninguna fotografía actualizada del líder de la organización terrorista, aunque sí imágenes de vídeo en las que ha aparecido ocasionalmente que han sido aisladas y sometidas a un tratamiento digital por los expertos del laboratorio del FBI en Quantico (Virginia), que han estado trabajando en este proyecto más de cuatro meses, para dar con el resultado.

El caso es que en algún momento de estos cuatro meses de arduo e ingente esfuerzo, alguien inserto el cabello y la frente de Gaspar llamazares en sustitución del pelazo de Laden. Si, y no me encuentro bajo los efectos de algún delicioso psicotrópico. El agente del FBI considero que el pelo de llamazares seria el pelo de Bin a día de hoy. Por motivos que se nos escapan a los mortales no yankis, se tomo un cartel de la campaña electoral de izquierda unida de 2004, se le recorto la cabellera al mas puro estilo de los malditos bastardos y se pego sobre el rostro del enemigo numero uno.

"Nos han confirmado por fuentes indirectas que el Departamento de EEUU admite que la fotografía distribuida es suya; una vez tengamos la certeza al 100%, estamos estudiando una doble acción: por un lado, dirigirnos al Ministerio de Exteriores para que recabe información y pida explicaciones, y por otro, dirigirnos a la Embajada de EEUU en España para que recabe información sobre cómo se ha podido producir este hecho", aseguraron fuentes de IU.

Cayo Lara, en su discurso de este sábado en Madrid ante el Consejo Político Federal, se preguntó "qué hace la fotografía de Llamazares en los archivos del FBI", una circunstancia que podría constituir a su entender una violación del derecho a la propia imagen. "Entre 6.000 millones habitantes que tiene el planeta, han tenido que elegir la fotografía de Llamazares para formar parte del retrato del terrorista más buscado del mundo", indicó el coordinador general de IU.

Recomendar desde aquí al federal bureau of investigation que dejen de invertir tanto dinero y tecnología y pasen a utilizar recortables de la señorita Pepis y hagan reuniones didácticas sobre el collage, el pegamento de barra y las tijeritas sin punta. Y si la intención era divertirse propongo, que para animar el cotarro, coloquen en el montaje y en segundo plano, a Obama con la cara pigmentada de Belén Esteban, que montando a caballito sobre Ratzinger señalan a la Meca mientras cantan torito guapo de El Fary.

Creo que nunca llegaremos a saber la verdad sobre este despropósito. Los perpetradores de semejante chapuza photoshopiana son los que dicen ser garantes de la seguridad y la democracia del mundo. Valor y coraje.

Y Bernanke salvó al mundo


No es un pájaro… no es un avión… es… Ohh, Dios mío, ¡¡¡es Bern Bernanke!!! El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos es el hombre que ha salvado a la Humanidad de la hecatombe económica. El sabio entre los sabios que ha evitado que la llamada “Gran Recesión” se transformase en la II Gran Depresión. Éste es al menos el veredicto de la revista Time, que ha nombrado a Bernanke Persona del Año por su decisiva actuación en los meses posteriores a la implosión del sistema financiero. Es como elegir a Caín presidente de la Hermandad de Hermanos del mundo, a Harry Truman Comisionado para el desarme nuclear o a George W. Bush catedrático emérito de la Academia de las Ciencias estadonidense.

La elección de Persona del Año (hasta hace bien poco, Hombre del Año) es una venerable tradición en los medios de comunicación cuyo impactó mediático es universal. De hecho, es una de las últimas herramientas periodísticos que aún goza de prestigio en la opinión pública estadounidense. Desde que el pionero aviador y filonazi Charles Lindbergh inaugurase esta categoría en 1927 –Time no había dedicado su portada a Lindbergh cuando cruzó a vuelo el Atlántico y quería enmendar su error–, por la portada de la revista han pasado Gandhi, Hitler –el único número donde el escogido no apareció en la portada–, Stalin –dos veces–, Churchill, Roosvelt –en tres ocasiones–, Adenauer, Martin Luther King, los baby boomers, los astronautas del Apolo XI, Khomeini, Lech Walesa, Gorbachev, Juan Pablo II, la generación de las redes sociales, Obama… “La foto que más he autografiado en mi vida es en la que aparezco en la portada del Time como Persona del Año”, dice en las páginas de la revista Rudy Giuliani, el alcalde-héroe neoyorkino del 11-S (si es por relevancia mundial, ¿no hubiese sido más lógico elegir a Osama Bin Laden Persona del Año 2001?).


El pobre rescata a los ricos y, con ello, ayuda a los pobres

La elección en 2009 de Bernanke como persona más importante de 2009 podría ser defendida, ya que su cargo le ha situado en el nudo gordiano de la megacrisis, pero la posición editorial de la revista es la de un panegírico asombroso del personaje. Se le dibuja un perfil de héroe visionario en el artículo central de Michael Grundwald. En realidad, Bernanke ha versioneado el pegadizo estribillo de la primera temporada de la serie televisiva Héroes, aquel “Salva a la cheerleader y salvarás al mundo”, por una estrofa que dice: “Salva a los bancos y salvarás al mundo”

La Reserva Federal estadounidense –conocida como "la Fed"– controla la oferta de dinero. Es una agencia gubernamental independiente que conduce la política monetaria, lo que significa que fija los tipos de interés a corto plazo. Esto tiene una enorme influencia sobre la inflación, el desempleo, la fuerza del dólar y el poder adquisitivo del ciudadano. “Hay una gran diferencia entre un 10% y un 25% de desempleo, entre crecimiento negativo y anémico. Él [Bernanke] desea que el pueblo americano haya entendido que tuvo que rescatar a los irresponsables gigantes de Wall Street sólo para proteger a la gente común”, se lee en la pieza del periodista Michael Grunwald, que sólo reconoce que su hombre falló al no preveer en absoluto el estallido de la crisis.

A lo largo del reportaje, los ex compañeros universitarios y colegas académicos de Bernanke lo definen como una persona profundamente inteligente y muy humana. Serio, tremendamente capaz, nada vanidoso… El hombre adecuado en el momento oportuno para enfrentarse a la hiedra de siete cabezas de la crisis. Se habla de sus orígenes humildes: “No estudió economía para hacerse rico, él y su mujer aún comparten un Ford Focus que no ha sido pagado del todo. En lugar de eso, cree en la noción Keynesiana de que los economistas deben de ser tan útiles como un dentista”. E incluso se cita una episodio de su juventud en el pueblo granjero de Dillon, en Carolina del Sur, donde su casa fue bombardeada con huevos una noche por estar cenando con negro. Estamos pues ante la representación carnal del mensaje divino del American Dream: hombre pobre, proveniente de una familia de inmigrantes –en este caso, judíos de Lituania–, que se hace así mismo y llega a la cúspide profesional y social, sin olvidar jamás sus orígenes. Exitoso y generoso. Hombre de familia intachable. Además, se le añade un barniz de defensor de los derechos civiles, aunque se desconoce cualquier actividad del señor Bernanke en ese campo.


Seguidor de la doctrina neoliberal de Greenspan

Pero la realidad es que Bern Bernanke es hijo del anterior presidente de la Fed, el que fuera Dios Sol de la economía en los ochenta, noventa y primera década de 2000, el arrogante Alan Greenspan. Como recuerda el artículo de Grunwald, los niveles de adoración a este hombre llegaron a extremos bochornosos. Bob Woodward, el periodista vivo más famoso del mundo, destapador del Watergate junto a Carl Bernstein, dedicó a Greenspan el best seller hagiográfico Maestro, y John McCain, ex candidato presidencial y senador de Arizona, dijo que si falleciese, habría que coger su cuerpo y ponerlo otra vez en la presidencia de la Fed. El Cid de la política monetaria, que aún muerto seguiría ganando batallas a la inflación y a cualquier peligro que acechase al crecimiento positivo.

Durante esos años noventa de exhuberancia económica bajo la Administración Clinton, Greenspan elogió en más de una ocasión el mercado de las hipotecas basuras, mientras los secretarios del Tesoro Robert Rubin y su sucesor Lawrence Summers –hoy consejero económico principal de Obama– desmantelaban las ya de por sí frágiles normas del sistema financiero. Fue una desregulación salvaje que abrió la puerta al maremoto actual. Era la época de las teorías del Fin de las Ideologías y del Fin de la Historia, de Fukuyama. Muerto el comunismo, muerta la rabia. Había quedado demostrada la inteligencia superior de los mercados y del sistema capitalista financiero. Se auguraba el crecimiento eterno y la gloria sentados a la derecha del Padre Greenspan.

Pues bien, Bernanke siempre ha aplaudido las políticas llevadas a cabo en ese período de bonanza. Defiende que la Fed no pinchase antes la burbuja de las empresas puntocom, la corriente especulativa que entre 1997 y 2001 llevó a desquiciados aumentos de valor en Bolsa de compañías que contenían poco más que humo. “Hubiese sido como usar un martillo para hacer una cirugía cerebral”, se justifica en Time. Y cuando asumió la presidencia de la Reserva Federal en 2006, dijo que su prioridad era continuar las políticas de su mentor Greenspan. Más adelante, cuando en 2007 ya eran evidentes en Estados Unidos las señales de la burbuja inmobiliaria (¿a alguien le suena de algo el caso español?), continuó diciendo que “los fundamentos de la economía son sólidos”. Como reseña el artículo de Grunwald, en marzo de 2007 aseguraba que los problemas en el mercado de las hipotecas basura “eran contenibles”, e incluso el día que se prendió la mecha del boom financiero con el colapso de un banco francés, Bernanke seguía insistiendo que su mayor preocupación era la inflación.


Poner al zorro a cuidar las gallinas

“Ninguno de nosotros se había dado cuenta de cuán amañado se había convertido el sistema financiero”, declara Bernanke en las páginas de Time. “Por supuesto podíamos haber hecho las cosas mejor, pero ésta fue una tormenta perfecta", añade. Así están las cosas. Recurriendo al gusto por los eufemismos que tienen los economistas –algo que comparten con los militares y sus daños colateras y fuegos amigos–, el presidente de la Fed lo achaca todo a una inesperada conjunción de elementos de carácter atmosférico. Y enseguida el artículo retoma la defensa a ultranza de Bernanke: “Una vez que el desastre comenzó a desarrollarse, hizo un esfuerzo consciente para proyectar calma, incluso cuando estaba trabajando siete días a la semana, 24 horas al día”. Agradezcamos al bueno de Bernanke que no se mostrase crispado ni saltase por la ventana, y, parece ser, agradezcámosle también que trabajase 24x7 para evitar el desastre. Aunque yo no me fiaría de un tipo que no duerme para tomar ese tipo de grandiosas decisiones. Me da a mí que puede esta cansado, jodido y su mente no funcionar a tope…

Han pasado los meses y ya están aquí los resultados. Mientras se loa a Bernanke, los bancos de inversión hacen hoy más dinero que en su más de un siglo de existencia. No ha habido nueva regulación, ni se han elevado los mínimos de los depósitos bancarios. No se ha creado un organismo de control y las compañías rescatadas con dinero del Gobierno se bañan en lucrativos dividendos y bonos astronómicos (2.000 millones de dólares repartirá a sus ejecutivos en salarios y bonos Goldman Sachs). La noción del too big to fail (“demasiado grande para caer”, lo que significa que el dinero público siempre rescatará a un banco extraviado por su avaricia), alimentada por la Fed, se ha instalado en el universos financiero, que sigue apostando y especulando con la Tierra como casino. “Estoy haciendo la obra de Dios”, ha dicho recientemente Lloyd Blankfein, Consejero Delegado de Goldman Sachs.

Pero no sólo hay un Dios entre los habitantes de Wall Street. Greenspan, Blankfein y ahora Bernanke. El sistema, ya lo sabíamos, es politeísta. Cerremos entonces con el amén de Time, que culmina el panegírico con un cierre alucinante: “Ahora le toca a nuestro disfuncional sistema político dejarle hacer su trabajo [a Bernanke] para que pueda arreglar el sistema financiero, para que nunca tenga que volver a salvar el mundo otra vez”. Bernanke, salvador del mundo. Te damos gracias, Bern.

miércoles, 13 de enero de 2010

Un profeta de los nuevos tiempos



El cine europeo vive y crece. Tras la sobresaliente La cinta blanca - Una historia alemana de niños (Michael Haneke), que recientemente resaltaba nuestro blog pana La inquieta mirada, dentro de unas semanas aterrizará en España Un profeta. Ambos filmes se llevaron los máximos galardones del pasado Festival de Cannes y gran parte de la crítica ha coincidio en señalarlos como las mejores películas de 2009, una opinión a la que este ágora se suma.

Un profeta es una película de género que no es de género, un filme no político que es político y un retrato del personaje protagónico tan alejado de los códigos como certero a la hora de alcanzar el objetivo predicado en la narración clásica: la completa identificación del espectador con el (supuesto) héroe. El filme cuenta el ascenso en el universo criminal de Malik, un chaval árabe de 19 años que llega a la cárcel como víctima propiciatoria y termina por encumbrarse como respetado líder criminal. A priori, las herramientas canónicas del género para construir el enésimo retrato de ascenso y caída en el reino del hampa, pero nada más lejos de la realidad.

Al igual que en su anterir película, De latir mi corazón se ha parado, Jacques Audiard ofrece un aparante drama criminal al uso, bajo el cual se esconde un adictivo estudio psicológico del protagonista. Malik, interpretado por el desconocido y magnético Tahar Rahim, entra en la cárcel como una suerte de lienzo en blanco, que va modelando su identidad y sus motivaciones, al ritmo que las circunstancias le imponen, guiado por un instinto de supervivencia clarividente.


Subversión de los códigos

En Un profeta apenas hay rastro de los arquetipos del cine carcelario, establecidos por Hollywood en el imaginario colectivo desde hace décadas. Si en esa versión actualizada de Brubaker que es Celda 211 los estereotipos engrasaban la narración –el inocente atrapado en el sistema, la denuncia del mismo como solución fallida para la rehabilitación social, el todopoderoso cabecilla de los reos y sus mezquinos secuaces, la figura del traidor–, Jacques Audiard los transgrede e ignora para dar forma a un relato original, electrizante y, paradojicamente, clasicista. Agarra con fuerza las raíces del realismo y se eleva durante el desarrollo de la trama ficcionada. "El cine es abstracto, no definitivo. El cine es un sueño“, ha señalado el autor francés.

En la prisión de Audiard no hay músculo ni testosterona, ni guardias sádicos, ni jueces corruptos ni una justicación del crimen porque la sociedad me hizo así. No sabemos por qué han condenado a Malik a seis años de prisión, y ni siquiera importa. La película no va de eso. Apenas se aportan dos líneas de guión sobre la procedencia de un centro juvenil del protagonista. Es un inmigrante jodido, con eso basta

Para añadir otro grado de subvesión a su película, el sutil director francés concentra su mirada en dos minorías sociales: los corsos y los musulmanes. En el micronuniverso carcelario, los primeros son los dominadores y los segundos, los dominados. Otra vez, munición que podría servir para una pretenciosa metáfora de la opresión de ambos grupos, y que en manos de Audiard se transforma en cine puro, en las Antípodas del panfleto. La citada jerarquía de poderes se dará la vuelta con el auge de Malik, que trae consigo la caída del capo corso Luciani (un enorme Niels Arestrup). Es ésta también una espléndida trama paralela que reflexiona sobre los brutales mecanismos del actual relevo generacional, el darwinismo social de un neoliberalismo que impregna todos los ámbitos de la sociedad.


El protagonista multicromático

Por otra parte, no se menciona en toda la narración el barniz independentista que supuestamente debería caracterizar a los prisioneros corsos. Éstos aparecen pues como un pragmático grupo mafioso, enfrascado en mantener el poder de su red de casinos e ingresos por el tráfico de drogas, pero rumbo a la destrucción por la avaricia individual. En el otro lado, los musulmanes, cohesionados por su fe religiosa, pero torpes y cobardes, incapaces de ver más allá de su quíntuple rezo diario. Y Malik, entre ambos mundos. Un moro para los corsos, y un renegado a ojos de los musulmanes. Un pobre desgraciado más inteligente que todos. Un analfabeto trilingüe (francés, árabe, corso). Un árabe y comedor de cerdo; asesino de un hombre que le tiende la mano y, por momentos, muchacho angelical; calculador y oportunista; racional, pragmático y aplicado, también soñador y conversador con muertos; severo la mayor parte del tiempo, irónico con la gravedad del fundamentalismo religioso o existencial; leal con el débil, maquiavélico con los falsos compañeros.

Un retrato apasionadamente complejo que se va formando como brochazos al suelo de Jackson Pollock. La cárcel como mejor escuela para seguir trapicheando en la calle, la cárcel como inspiración, como campo de batalla para encontrar el destino vital de un hombre. El árabe que triunfa, el crimen que paga. Carcajada a los mandamientos del cine mainstream. Todo ello bajo una hermosa dirección de Jacques Audiard, que combina la estilización con el lenguaje cercano al realismo documental, la (breve) violencia seca y casi asfixiante con el intimismo de las ensoñaciones de Malik, trazadas con elementos oníricos y fantásticos que ayudan a forjar el crecimiento interior del personaje.

No es casualidad que, en el tramo final, Malik se entronice definitivamente como nuevo hombre fuerte de la prisión tras pasar 40 días y 40 noches encerrado en una celda de castigo. Como los 40 días y 40 noches que pasó Jesús en el desierto o los 40 años de Mahoma cuando tuvo su primera revelación en la montaña. Otra brillante ironía del filme. El profeta de los nuevos tiempos; no el más bueno, no el más malo, sino el tipo más listo que la mayoría, aquel que sabe aprovechar su momento y circunstancia. Un superdotado para el comercio, adorado por su capacidad para generar riqueza a su alrededor. Discípulo aventajado del capitalismo criminal. Malik, como profeta sin culpa. ¿Y el castigo moral? Bueno, dejémoselo a Scorsese.