domingo, 31 de mayo de 2009

Los gozos y las sombras

Lo de la iglesia católica de este país es que es "mu fuerte". Y ustedes dirán, que pesados son estos bobolongos con la santa institución. Pero es que nos obligan a ello. Solo hace falta leer la última edición de la revista “Alfa y Omega" que pertenece al Arzobispado de Madrid presidido por el jefe del episcopado español, Antonio María Rouco Varela. En un breve artículo titulado “La violación, ¿fuera del Código Penal?” el redactor jefe del semanario, Ricardo Benjumea, lamenta que se dispense sin receta la llamada píldora del día después porque ello induce a la “deshumanización de la sexualidad que promueve el Gobierno”, es decir, a que se conviertan “las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute”. Al parecer es un delito disfrutar del sexo (sois tod@s delincuentes). Por tanto, “Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal. Ése es el ambiente cultural en el que vivimos y, sin embargo, la inmensa mayoría de españoles consideraría una aberración que se sacara la violación del Código Penal, aunque a sólo cien metros uno tuviera una farmacia donde comprar sin receta la pastillita que convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute”. Toma geroma pastillas de goma (véase que utilizo las palabras pastilla y goma en la misma frase, esto lo hago por molestar). ¿Y al no querer que se tipifiquen como delito en el Código Penal, los violadores y abusadores de menores se quedarían sin condena? ¿Se quedarían sin condena los culpables de los abusos físicos, psíquicos y sexuales cometidos sobre 35.000 menores en 216 instituciones católicas en Irlanda durante más de 30 años? Esto probablemente es demagogia, pero me limito a seguir las mismas reglas de la institución apostólica y romana. Supongo que estas teorías se deben de discutir en seminarios tipo: "Compara por doquier y amén", "Tu remordimiento es el nuestro" o "Tu no querías y el niño tampoco, pero delito, poco"¿Pero en que siglo vive esta gente? Y no es tanto por anacronismo, es que hoy Cristo diría: "Dios, líbrame de mis seguidores". Basta de tanto fundamentalismo. Que a estas alturas de la película se este relacionando el sexo con la procreación y el matrimonio es simplemente absurdo. Viven en un encierro mental que les deslegitima a la hora de opinar. Cayo Lara, coordinador general de IU, lo resume bien con la frase "que los obispos dejen de preocuparse por las braguetas de los ciudadanos y empiecen a preocuparse por las suyas propias".

Desconocía este cometido del obispado de legislar a la sociedad española y decidir desde la iglesia las normas por las que se rige la ciudadanía en general. Eso hace 35 años que no se daba en este país. No pueden imponer su moral, la suya, ni pretender legislar desde su moralidad aspectos que afectan directamente a la sociedad. Es la sociedad la que tiene el derecho y la libertad a decidir sobre sus vidas y sobre su sexualidad. Las leyes deben dejar claro quien define las reglas del juego de todos. La única manera de conseguirlo es una reforma constitucional que abogue por el laicismo de una manera clara, sin concesiones. El catolicismo, como cualquier otra religión que tenga vínculos con un estado, supone una rémora para la libertad de los ciudadanos.

lunes, 18 de mayo de 2009

Chau número tres


me consta y sé 
      

nunca lo olvido 
     

que mi destino fértil voluntario 
      

es convertirme en ojos boca manos 
      

para otras manos bocas y miradas


Mario Benedetti (1920-2009)

viernes, 15 de mayo de 2009

La cruzada infinita de Benedicto


"El SIDA no puede solucionarse a través de la distribución de preservativos, que agravan aún más el problema", Benedicto XVI, marzo 2009, durante su primera visita a África.

La Santa Madre Iglesia Católica y Apostólica, como me enseñaron a recitar en tono musico-clerical mis abuelos, se ha embarcado en un orgulloso viaje hacia el pasado, aparentemente sin billete de vuelta. Atacada por los demonios que denunció el fallecido Karol Wojtyla en su último lustro de papado-tour, a saber, el creciente relativismo moral y afán materialista de su rebaño de fieles, la venerable institución que fundara San Pedro se siente acorralada, y reacciona como una peligroso animal herido. Como el entrenador contratado a diez jornadas del final de la Liga, para rescatar a un equipo histórico en zona de descenso (los Atléticos saben un poco de eso...;-), Benedicto XVI ha decretado el catenaccio como la política oficial, con los más de 120 cardenales colgados del larguero y dando patadas al primero que se acerque al área.

En circunstancias normales, el Papa tendría gruesos argumentos para reclutar nuevos adeptos, gracias a la actual crisis económica, que ha desnudado el retrato deformado del capitalismo financiero. Nunca la corporatocracia que dirige el mundo se había coordinado con tanta rapidez y ni con tanta alevosía para perpetrar el robo a la ciudadanía más grande jamás contado. Sin embargo, en vez de agarrar la bandera de la injustia social, y dejarse la garganta denunciando la vergonzosa subvención a la oligarquía empresarial, mientras se regatea el más modesto plan de redistribución de la riqueza a nivel global, la iglesia de Ratzinger sigue ensimismada en sus obsesiones ancestrales: el sexo, la homofobia, el permanente ataque a la laicidad del Estado o la visión anti ecuménica de la religión y, por ende, la supremacía del catolicismo como única vía verdadera para la salvación del ser humano.

La contrarreforma, pero a la inversa

Mientras la vieja Curia, guardiana del timón retrógrado del Vaticano por los siglos de los siglos, se despelleja entre bastidores, en previsión del no lejano relevo en el trono de San Pedro, la táctica y estrategia de Benedicto hace aguas. Si la sorprendente –por la edad– elección de Ratzinger como nuevo pastor para conducir a la venerable institución por los atribulados caminos del siglo XXI ya resultó chocante, su despliegue operativo y proselitista está siendo deplorable. El alemán Hans Küng, quizá el teólogo rebelde más celebérrimo, ya ofreció hace un par de meses una sabrosa descripción del personaje. Küng, compañero de seminario de Benedicto en la juventud, acogió la elección de éste como Papa con cierta esperanza, basándose en el supuesto rigor intelectual de su compatriota y su pragmatismo. Pero Ratzinger ha decidio ahondar en el camino del integrismo de su predecesor, tener el mínimo contacto con el exterior y vivir rodeado de su reducida camarilla de palmeros.

La retahíla de meteduras de gamba del Papa es más larga que una misa con resaca. De "escandalosa" tildó el propio Küng la decisión del Pontífice de revocar la excomunión a personas opuestas al Concilio Vaticano. Y es que, coincidiendo con el 50 aniversario del lanzamiento de este esperanzador concilio por Juan XXIII, Benedicto se subió al monte para volver llamar a su regazo al negacionista Richard Williamson y a otros tres obispos reaccionarios, seguidores del cismático ultraconservador Marcel Lefebvre. A modo de paradoja nada poética, mientras a Hans Küng se le prohibió enseñar teología católica en 1980, por el pecado capital de cuestionar el dogma de la infalibilidad papal, al infame Williamson, quien en una entrevista en la televisión sueca negó la existencia del Holocausto y las cámaras de gas, y defendió que apenas 200.000 o 300.000 ciudadanos judíos habían sido asesinados, se le volvían a abrir las puertas de la casa del Señor de par en par.

Ya se sabía que Ratzinger tenía alergia a la modernidad y a la reforma del Concilio II, pero de ahí a poner una medalla a un filonazi, hay tres saltos motales con doble tirabuzón y pirueta. Desde el propio país natal del Papa, la jerarquía eclesiástica y la canciller Angela Merkel pusieron el grito en el cielo. Unas semanas después, las rectificaciones llegaron tarde, mal, y en voz baja, y no convencieron a casi nadie.

El condón es el problema

Después del cataclismo en la opinión pública, en marzo el Pontífice hizo la maleta y se fue de viaje mediático a África, donde hay más de 22 millones de VIH positivos. En el continente más castigado a lo largo de la historia por el imperialialismo expoliador de las grandes potencias, Su Santidad, cuya autoridad moral sobre los cientos de millones de católicos africanos sigue siendo muy poderosa, aseguró que "el SIDA no puede solucionarse a través de la distribución de preservativos, que agravan aún más el problema". Tras la indignación global, de nuevo el Vaticano anduvo para atrás como un cangrejo a la pata coja, ofreciendo medias disculpas, achacando la polémica a la mala interpretación de las palabras del Pontífice. Como estupendamente razonaba en su petición de rectificación la asociación Avaaz, las creencias personales de católicos y de gente de todos los credos deben ser respetadas, y la prédica del Papa sobre la fidelidad podría ser eficaz en la prevención del VIH/SIDA, siempre y cuando el uso de preservativos no fuese desestimado.

Esta pandemia desgarradora, que en países como Suráfrica o Botswana amenaza con esquilmar a la sociedad de su generación más productiva, se combate con políticas de salud pública, no con el dogma de un tipo que mantiene una supuesta línea directa con Dios. La Iglesia Católica realiza fabulosos trabajos de ayuda social en África y seguramente haya muchos héroes entre los sacerdotes y monjas que arriman el hombro en el continente. Pero que su líder arremeta contra el condón por su ineficacia como método preventivo atenta contra la razón científica, y abona el terreno para una disminución en su uso, ergo pone en peligro la vida de miles de personas. Desafortunadamente para la gran mayoría de los afectados en África, las medicinas cada vez más efectivas que permiten estabilizar el virus sólo están al alcance de unos pocos privilegiados, por obra y gracia de la codicia del lobby farmacéutico.

Un armario con muchos muertos

Al cruzado Benedicto se le podría aplicar aquella cita de Flaubert: "El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente". El Papa ve fantasmas por doquier en su apocalíptico mensaje sobre el futuro de la sociedad occidental, en realidad no confía en el ser humano. Pero es que también su pasado le encharca de barro la sotana hasta el corbejón. En 1999, Ratzinger, por entonces presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, esponjoso renombramiento de la otrora llamada Inquisición, decidió archivar las decenas de denuncias de pederastia y abusos sexuales contra Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, a quienes las malas lenguas llaman los Millonarios de Cristo, vaya usted a saber por qué....

El pionero legionario era venerado como un santo, íntimo de Juan Pablo II y gurú de uno de los grandes movimientos del catolicismo, de los pocos capaces de movilizar miles de fieles para los shows papales en vivo. Así que Benedicto, que en aquella época era sólo Joseph, se limitó a seguir el precepto ese de la infabilidad papal que tanto molesta al comunista de Küng, y haciendo suyas las palabras de Wojtyla –"Macial es un guía eficaz de la juventud", exoneró por completo al cardenal mexicano, del que hace unas semanas se destapó también que había tenido una amante y un hijo. Nada nuevo bajo el sol, si se mira la sucia historia de componendas extra judiciales de la Iglesia para tapar la boca de los damnificados por la caterva de pederastas que parace habitar las filas eclesiásticas. Pero hete aquí que el pasado vuelve como un boomerang malicioso, y la catarata de denuncias de los antiguos seminaristas de Macial no pudo ser soterrada, hasta el punto de que el anterior Papa le castigó con un retiro forzado en 2005. Y Benedicto se limitó a mandarle rezos y penitencias en 2006 para acallar las críticas (lee el genial artículo Bobolongo sobre las peripecias de Maciel).

España, bastión del integrismo

En este contexto, la Conferencia Episcopal española, santo y seña del reaccionarismo eclesiástico, ha abrazado con ardor la batalla contra la Educación para la Ciudadanía. Según una de las acepciones de la Real Acedamia Española de la Lengua, "ciudadanía" es el comportamiento propio de un buen ciudadano. El Gobierno socialista decidió introducir esta asignatura tras su victoria electoral en 2004, una disciplina, por otra parte, presente en los planes de estudio de medio planeta. Sin embargo, a la Iglesia de este país no le pareció bien que aspectos como la tolerancia respecto a la orentación sexual de cada uno figurasen en los textos. Por tanto recurrió la ley, tachándola de inconstitucional, y llamó a la desobediencia civil de la medida, funambuleando por el camino de la ilegalidad.

A pesar de que el Tribunal Supremo rechazó en febrero el derecho a ejercer la objeción de conciencia frente a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, por una abrumadora mayoría de 22 votos a favor y 7 en contra, la cúpula católica española no se da por enterada. Poco importó el fallo. Un mes más tarde, el obispo Antonio Cañizares se metía a jurista y declaraba que la asignatura "violaba el artículo 27 de la Constitución", en lo referente al derecho y el deber de los padres por educar a sus hijos conforme a sus propias convicciones. La deriva frontista de la Iglesia patria, con sus repetidas salidas a la calle y momentos surrealistas como la disparatada pastoral de noviembre de 2006, contra "la oleada de laicismo radical", no ha sido sino envalentonado por la carrera hacia la derecha de su Pontífice.

Aquellos maravillosos años

A uno no le queda sino la sorpresa ante este ardor constitucionalista de la Conferencia Episcopal, que, de pronto, parece haber recobrado la conciencia democrática por la milagrosa aparición del Espíritu Santo. Qué pena que su arrebatadora pasión por las libertades individuales frente al poder adoctrinador del Estado no llegase antes. Por ejemplo, durante el régimen franquista, en el que se dedicaron a las homilías del odio. En un artículo publicado en El País, Hilari Raguer hablaba de la Educación para la ciudadanía franquista, y de los panfletos editados por hombres de fe de la Iglesia. "Franco, el hombre providencial, puesto por Dios para levantar a España", se podía leer en Catecismo patriótico, del cura Menéndez-Reigada, que definía al nuevo régimen naciente como "totalitario cristiano", y afirmaba que en él "no hay división de poderes, sino unidad de mando y dirección y, bajo ella, orden y jerarquía".

Por su parte, el padre Herrera Oria, llamaba directamente al exterminio en su obra de cabecera para la educación de las nuevas generaciones, bajo el emocionante título de España es mi madre. El pedagogo de Herrera relacionaba la reforma de la enseñanza media con la llevada a cabo por el aparato militar franquista: "La depuración de maestros y profesores, el exterminio de los centros del Estado del virus marxista criminalmente inoculado durante los años de la nefasta República masónico-bolchevique". Y terminaba con un capítulo destinado a tocar la fibra sensible al lector: "Muchacho español que me lees. Te voy a contar algo grande, muy grande, quizá la más grande hazaña de los españoles: la guerra contra los rojos". Y en el que contraponía a "un general llamado Franco, muy listo y muy valiente", frente a "un Gobierno traidor de masones y comunista".

La legitimación entusiasta de la dictadura por parte de lglesia española y del Vaticano –"Franco es un garante de la justicia“, dijo solemne el Papa en 1939– y su sibilino silencio en el periodo democrático, respecto a su papel en el régimen franquista, deberían al menos haber hecho reflexionar a la cúpula católica. En vez de eso, continúan saliendo en tromba contra la actual Educación para la Ciudadanía, quizá embriagados por el sendero hacia el pasado marcado por Benedicto XVI.

Por último, os dejo con otro estupendo artículo publicado en el diario Público, sobre la laicidad del Estado y el papel de la Iglesia, escrito por Felix Población: Ciudadanía 'nihil obstat’