
"La guerra de Irak es justa, noble y necesaria". Palabra de George, te alabamos emperador. Cinco años después del inicio de la invasión de Irak, George W. Bush El conquistador ha pasado revista a la situación. Según nos informa el vaquero de la W, la cosa pinta mejor que la parte terrenal de El jardín de las delicias. Su solemne discurso de autobombo acompaña a los golpes en el pecho de euforia del vicepresidente estadounidense Dick Cheney y el sin par ex presidente español José María Aznar, Che Mari Ansar cuando está entre amigos en el rancho de Austin del jefazo gringo. Por el momento, el único que ha faltado al guateque panegírico de la asquerosa guerra ha sido Tony Blair (Tony Bleeeeeeeeeeer en la dicción aznariana), quizá demasiado ocupado con su labor de doble consejero de las ONG JP Morgan y Zurich, entidades finaciero-celestiales que le han atragantado con decenas de millones de euros. Parece ser que ésa era la verdadera Tercera Vía.
El coro handeliano de 'Aleluya, Aleluya, no pasa nada, la guerra está ganada' invitaría a la carcajada perpétua, si no fuera por la indignación descomunal que uno siente ante tamaña adulteración de la realidad. La frase de intencionada fotocopia de la misa católica -"es justo, noble y necesario" recuerda al nombre con el que Jorgito, Cheney, la CIA y compañía bautizaron la estrategia llamada a responder al atentado del 11-S. La operación "Cruzada infinita" fue anunciada y lanzada entonces a bombo y platillo, sin que a nadie se le ocurriera la ofensa que significaba para todo el mundo musulmán. Si alguien en el sesudo equipo de W. hubiese leído un libro de historia, podría haber caído en la cuenta de las heridas abiertas que dejaron las tres cruzadas cristianas en territorio sagrado durante la Edad Media.
El verbo episcopaliano del telepredicador de Texas ha dejado joyas como éstas: "El aumento de tropas no sólo ha hecho mejorar la situación en Irak; ha abierto la puerta a una gran victoria en la guerra internacional contra el terror"; "Estamos ayudando al pueblo iraquí a establecer una democracia en el corazón de Oriente Medio". Como se ha visto en Palestina, donde todo iba a cambiar a mejor tras la invasión, como profetizaba Blair, la democracia también va camino en Iraq de victoria en victoria hasta la derrota final.
Dick Cheney, el enlace de Halliburton en la Administración Bush, garante de con

Por último, pero no menos importante, Aznar I de Castilla y V de las Azores, nos ha regalado una vez más su sincera capacidad de autocrítica y fino análisis geopolítico, histórico y pluscuamperfecto. El hombre que habla un dialecto extraño, incomprensible para los alumnos de Georgetown, además de telonero en jersey rosa inenarrable de Mariano tengo cara de perdedor Rajoy, lo tiene claro: "Sin ser idílica, la situación en Irak es muy buena". Ooohh gracias, Dios todopoderoso, Manitú del centro reformista, sostén de la unidad de España, qué grandeza la suya al evitar el adjetivo idílico y dejarlo todo en un simple "muy buena". Eso sí que es humildad, coño, ya podría aprender Nelson Mandela.
En una entrevista a la BBC -no sabemos si con los pies en la mesa y fumando un puro, aunque parece probable por el tono-, Ansar ha asegurado que "hay libertad en Irak", que "la gente puede participar en elecciones, hablar libremente" y, sobre todo, que "el mundo está mejor sin Sadam Husein y sin los talibanes". Bueno, Sadam, a no ser que se haya reencarnado en cucaracha, es verdad que ya no está, pero Che Mari ha olvidado que los Taliban controlan casi la mitad de Afganistán y están más fuertes que nunca. Esa geopolítica, ay, ay, ay... Por supuesto, en Irak "se tomó la decisión correcta" y el galán cachas del bigote "volvería a actuar del mismo modo". Vamos, que ni un paseo por el Día de la Marmota junto a Bill Murray repetido 700 veces le haría cambiar la cara de gilipollas de la foto de las Azores.

George, Dick y José han atronado en armonía la 9 de Beethoven, pero su himno de la alegría del pueblo iraquí tiene un enemigo: la realidad, esa diabólica invención a la que recurren con asiduidad los ateos, pacifistas, amigos de los terroristas, maricones y, como no, Zapatero, y que se empeña en lllevar la contraria al criminal trío de las Azores. Aparte de los 4.000 soldados estadounidenses muertos en combate (ya muy por encima de las víctimas del 11-S), desde la invasión de Irak, fuentes como Irak Body Count, que se basa sólo en pruebas físicas de cuerpos, hablan de una cifra de civiles muertos de 90.000. Por su parte, la prestigiosa revista médica británica The Lancet, que mandó un equipo de médicos ingleses e iraquíes para realizar un estudio fundado, elevaba la cifra en 2006 a 655.000 víctimas. Otras publicaciones independientes situán los muertos más cerca del millón. Por tanto, parece claro que el "sacrificio" que alababa Vargas Llosa y los "ha merecido la pena" de Bush y Cía son frases de una mezquindad moral increíble, a no ser que todos estos próceres del conservadurismo del sigo XXI abracen las ideas del mayor genocida de la historia, el carnicero Yosif Stalin, que acuñó la macabra: "La muerte de unos pocos es una tragedia; la de unos millones, pura estadística".
Junto a la tozuda realidad de las muertes, aunque sean por daño colateral, fuego amigo o simplemente por tener cara de insurgente, estalla el drama humano de la población iraquí. En la actualidad hay un 60% de paro, más del 40% de los iraquíes se sitúa por debajo del umbral de la pobreza y seis millones de personas sobreviven gracias a la ayuda humanitaria, el triple que en los tiempos de Sadam Husein y el doble que en 2004. Además, los cortes de electricidad son continuos durante más de la mitad del día -otro dato peor en comparación a 2004-, se ha sido incapaz de volver a poner en marcha el sistema escolar y, lo más tenebroso, 4,5 millones de iraquíes con nombre, familia, hijos, ilusiones, derechos y memoria se han exiliado a los países del entorno, donde viven en condiciones paupérrimas y azuzados por el racismo contra el pobre, que de algo nos suena en España.
La realidad, qué mala es, vuelve a contradecir al triunvirato de comandantes del Occidente

Este relativo aumento de la seguridad no puede justificar el patético triunfalismo de Los Hombres de Harrelson Bush, porque Irak sigue hundiéndose sin remedio en un peligroso agujero negro al que a las cifras a sangre fría de muerte, pobreza y violencia, se suma la degradación ética del país. Como relataba con brilantez la periodista Mónica G. Prieto en El Mundo, las esfigies y los murales de Sadam Husein y el terror de la dictadura han dejado paso a los socavones de las bombas, las barricadas, los alambres de espino y el deprimente abandono de todas las guerras.
Pero, quizá aún más triste y doloroso, sea que la riqueza cultural y la tolerancia del pueblo iraquí se ha

Dos pequeños y modestos ejemplos, pero más poderosos que las 3.000 bombas que agrietaron Irak en las primeras 48 horas de la guerra. Que se vayan a la mierda los estadistas dictadores de cátedra y arrogantes corifeos de la invasión. Tomando prestadas las palabras del ex lider de Izquierda Unida Julio Anguita tras el asesinato de su hijo periodista en Irak, Os bobolongos vuelve a gritar más fuerte que nunca esta noche: "Malditas sean las guerras y malditos los canallas que las apoyan".
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