miércoles, 5 de noviembre de 2008

El sueño de Martin, la esperanza de Obama


"Rosa sat, so Martin could walk... Martin walked, so Obama could run... Obama is running so our children can fly!"
“Rosa (Parks) se sentó, para que Martin (Luther King) pudiera andar. Martin anduvo para que Obama pudiera presentarse a unas elecciones. Obama está compitiendo para que nuestros hijos puedan volar".
Mensaje de texto de un voluntario de la campaña de Obama en Missouri, reflejado el pasado día 28 en un artículo del National Public Review, y repetido en los días siguientes en diversos webs políticas de Estados Unidos

Os Bobolongos decide celebrar hoy la elección de Barack Obama como presidente 44 de los Estados Unidos con la hermosa frase citada al comienzo de esta entrada. Así es. Rosa Parks, la madre del movimiento de derechos civiles en el país de las barras y estrellas, se negó a ceder el asiento a un blanco en un autobús de Montgomery, Alabama, el 1 de diciembre de 1955. Su activismo silencioso revitalizó el orgullo del pueblo afroamericano en una nación asfixiada por el racismo, y su histórico gesto permitió a Martin Luther King comenzar a llamar la atención de la opinión pública de todo Estados Unidos, al liderar el boicot a la empresa de autobuses. Este pastor babtista de profunda generosidad y visión humanista fue poco a poco orallando las conciencias de la clase blanca xenófoba dominante, culminando su apasionado alegato por la igualdad de las razas y oportunidades con el histórico discurso de I have a dream, en Washington en 1963.

Aunque cinco años más tarde fuese asesinado en Memphis, al igual que la otra bandera del movimiento de liberación negro, Malcom X, y al igual que los hermanos Kennedy, las semillas para enterrar el apartheid encubierto que imperaba en Estados Unidos estaban sembradas. Barack Obama es hijo de Rosa Parks, Malcom X y Martin Luther King. Pero también de Mohammad Alí, el boxeador de la dignidad y la conciencia de clase hiperbólica, el gigante que dijo no a Vietnam y jamás permitió que el hombre blanco le pusiese su pie encima. De Jesse Owens, el fabuloso atleta que humilló a Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1933, sólo para comprobar que, a su regreso a Estados Unidos, no se le permitió ser recibido por el presidente Roosevelt junto al resto de atletas blancos.

Obama, a quien le costó y mucho asumir de estudiante su identidad birracial de padre negro keniano y madre blanca de Kansas, no estaría ahora tampoco recibiendo las llaves de la Casa Blanca sin la poderosa voluntad revolucionaria de miles de esclavos, que con su rebeldía iniciarion la larga marcha del pueblo afroamericano hacia la libertad. Esclavos de un coraje irreductible como Harriet Tubman, la creadora de una red de activistas que consiguió rescatar a cientos de personas de la esclavitud, jugándose la vida en peligrosísimas misiones. O Frederick Douglas, esclavo huído convertido en el mejor abolicionista del siglo XIX, y primer negro candidato a vicepresidente en 1875, formando pareja con una mujer, Victoria Woodhul, un dúo único en la historia de EEUU, bajo el efímero partido de los Derechos Igualitarios, que proponía la igualdad absoluta de leyes para los americanos, indios nativos, inmigrantes y mujeres.

Sí, Estados Unidos es muy probable que siga teniendo una política exterior imperialista, practique el terrorismo de estado entre bastidores y siga controlado por el lobby industrial militar, como analizaba con la precisión de un cirujano y la contundencia de los hechos la otra cabeza bobolonga en la espectacular entrada La advertencia desatendida (leer post). Y sí, Barack tendrá que sudar sangre para intentar acabar con el perverso sistema de cobertura sanitaria que deja a más de 40 millones de ciudadanos sin seguro. Pero, a pesar de esas evidencias, la elección de Obama espanta mucho del cinismo y de los estereotipos respecto a la política. Enseña a la Europa habituada a dar lecciones de humanidad al mundo que, ese país tan facha y racista llamado EEUU, acaba de votar por un presidente negro, algo inconcebible hoy día en el Viejo Continente. ¿Cuántos políticos inmigrantes existen en el Congreso en España?, ¿cuántos presentadores de televisión?, ¿cuántos financieros?... Su presencia es invisible, siendo casi un 15% de la población.

¿Qué en Estados Unidos hay racismo? Está claro. Que lo hay en un grado mucho más profundo en Europa, es evidente. Quizá no resulte muy habitual afirmarlo desde posiciones muy a la izquierda como la nuestra, pero el pueblo estadounidense, con gazapos mayúsculos a lo largo de su historia, empezando por la terrorífica saga Bush (¿no votamos nosotros ocho años al impresentable de Aznar?), posee valores admirables: la recompensa al talento, la pasión por la innovación científica, la cultura de eres lo que hagas y de no cerrar las puertas por prejuicios, el odio al enchufismo, la asimilación de la diversidad, la creencia en un idealismo ingenuo –en ocasiones peligrosísimo, en otras refrescante frente a la eterna mordacidad descreída de Europa–, la capacidad para reírse de ellos mismos… Sí, podríamos enumerar de carrerilla los pecados capitales de sus politicos, desde la arrogancia de sentirse la nación providencia hasta la enfermiza compulsión consumista. Es un país de contrastes abisales, pero cuando los rasgos positivos predominan, el progreso en el mundo dibuja una amplia sonrisa.

Por eso hoy no era el día de coger el martillo pilón contra el militarismo rampante yanqui, sino de sacar la ilusión a pasear, aunque sea sólo por unas horas. Es probable que el ‘Yes, we can’, el cambio profundo de América prometido por Obama jamás llegue a consumarse, pero uno no puede sino sentir un cosquilleo por el resultado de las elecciones. Anoche, a eso de la seis de la madrugada, mientras Barack Obama mezclaba idealismo, confianza y precaución por el duro camino que se viene encima, las lágrimas rodaban por los rostros emocionados del reverendo Jesse Jackson, referente político afroamericano desde hace dos décadas, y Oprah Winfrey, quizá la negra más querida de todo el país y defensora entusiasta del político de Chicago desde el comienzo de la campaña. Este Bobolongo dogmatico, en la oscuridad de la habitación, también se emocionó un poquito. Será que he visto demasiadas películas de Hollywood, babeo con John Ford y Orson Welles, se me van los pies detrás de Elvis, me baño en la Luna con John Coltrane y machaco en contraataque con Kobe Bryant…

4 comentarios:

Claudia Hernández dijo...

Ah, qué bonito y buen post celebratorio de las esperanzas, bailemos entonces un rato y estemos atentos entonces a lo que esperamos sea aunque sea, un mejor rumbo.

David dijo...

Este otro bobolongo también tomo el catre a altas horas de la madrugada con la emoción que le contagiaba la increíble imagen de una familia negra en la casa blanca. Anoche en una tertulia radiofónica alguien dijo que Obama no era ni negro ni blanco, que era un símbolo de la unión del pueblo. Que cachondo el tertuliano. Gentes del mundo, Obama es negro y es el presidente electo de los EE.UU. Las lágrimas de Jesse Jackson mostraban que el camino recorrido fue duro y que la anhelada meta de los líderes afro americanos había sido alcanzada. La ilusión de todo un pueblo que, pese a sus contradicciones, tiene ahora una voluntad de cambio palpable y férrea. No se si podrá realizar esas transformaciones, lo que si se es que hoy es un día histórico en la democracia. Martin ya se ha cumplido parte de tu sueño. Gran y emotiva entrada compañero, esperemos poder seguir sintiendo la misma esperanza en los próximos meses. Ojala hermano.

mapachito violento dijo...

Qué emotivo...

Anónimo dijo...

Lloro con, exactamente, un mes de retraso frente a la sincera relfexión de este post y de los comentarios de os bobolongos y seguidor@s. Tocado por la contundencia del hecho histórico, profudamente humano te entregas a la conciliación, a esa visión más poliédrica, mas holística que exigen, sobreo todo,los tiempos que corren. Reconoces luces y sombras de ese intrincado país. Eso ya la de un tono a la entrada que conmueve a quienes creemos en la resolución pacífica de los conflictos, cuando podemos deternenos y reconocernos en el otro, la otra, lo otro. Hemos tenido la oportunidad de vivir en directo esta ilusión en lo inmediato pero, el cosquilleo también se parece a la contradictoria fascinación que sentimos frente a las costas acantiladas. Ojalá que verdaderamente haya corrido, competido para que puedan, y como humanidad, podamos volar.
Cj