martes, 17 de junio de 2008

Lee dispara a Harry Callahan



Hollywood anda revuelto. Un negro critica a un blanco y éste le manda "cerrar la boca". Hay una fisura en el reino de lo políticamente correcto porque el resbaladizo tótem del racismo ha sido profanado. El mega respetado Clint Eastwood, alabado por crítica y público, ha sido cazado en la trinchera por las afiladas balas del francotirador Spike Lee. El director neoyorkino clama al cielo porque "no sale un solo afroamericano" en la doble entrega de Eastwood sobre la Segunda Guerra Mundial: Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima. Pasada la tempestad de los primeros exabruptos entre ambos, Os Bobolongos se pone la toga de juez y aprovecha para preguntarse quién tiene razón. Como todos sabemos que la verdad absoluta no la puede esgrimir nadie, el veredicto es contradictorio e iconoclasta: el cine de Clint es magistral y no margina a ninguna raza, pero sus palabras fuera del plató, sí.

En un lado del cuadrilátero está Clint Eastwood, alias el clasicómano, el Jinete Pálido, érase un actor en un tiempo pretérito a una Magnum pegada y el hombre que encontró el amor en Los puentes de Madison. En la otra esquina, Spike Lee, alias lengua eléctrica, Malcom 35mm, sexto hombre de los Knicks y conciencia negra del gremio cinematográfico. "Un tipo cómo él debería cerrar la bocaza", lanza en jab Clint desde las páginas de The Guardian. "Para empezar, él no es mi padre y ya no estamos en una plantación de algodón. Vamos, Clint. Suenas como un hombre viejo y cabreado", responde de uppercut Lee.

La disputa entre los dos cinegoastas parece que viene de lejos. "Ya se estaba quejando cuando filmé Bird en 1988. Decía, ¿por qué un chico blanco haría una película cómo ésta? Pues bien, fui el único tipo que la hice, esa es la razón. Él podría haberse adelantado y hacerla, pero creo que estaba ocupado en otras cosas", recuerda Harry Callahan. La Fiebre salvaje de Spike prefiere obviar ahora esa pequeña obra maestra de su antagónico, repleta del color negro del sublime jazz de Charlie Parker, y centrarse en la visión te americano eastwoodiana de la II Guerra Mundial. "Hubo muchos afroamericanos veteranos de la guerra que se disgustaron al comprobar que no aparecía un sólo afroamericano en Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima. Ésa fue la versión de Clint: el soldado negro no existió. Yo tengo una versión diferente“, raja Lee.

Efectivamente, Spike tiene una versión diferente que, curiosamente, está cerca de su estreno: Miracle at St. Anna, en español algo así como Batalla a muerte en la colina de los caucásicos, imaginando los inescrutables designios de la traducción en su distribución cinematográfica en Iberia. Durante su visita al reciente festival de Cannes, aprovechó para promocionar la citada película, que aborda la lucha de una divisón comopuesta en su totalidad por soldados afroamericanos, la División 92 Búfalo, que se desplegó en Italia. Dado que Cartas desde Iwo Jima se centra casi todo el tiempo en la visión del soldado japonés, Spike Lee critica sobre todo la monocorde palidez de Banderas de nuestro padres: "Alguien le advirtió a Eastwood de la ausencia de negros en su film cuando todavía podía haberla corregido y no quiso hacerlo. Pregúntenle por qué".

"¿Pero ha estudiado alguna vez historia?", brama Sin perdón Clint. "Él dice que había un pequeño destacamento de tropas negras como parte de una compañía de municiones, pero ninguno de ellos izó la bandera, y la película trata sobre esa famosa foto. Si hubiese puesto algún afroamericano ahí, la gente me habría dicho que perdí la cabeza, porque no sería una recreación fiel y exacta. ¿Qué quiere que haga? ¿Un anuncio publicitario en pro de la igualdad de oportunidades? Yo no juego a eso, sino que hago una lectura histórica. Cuando hago una película en la que debe haber un 90% de negros como en Bird, utilizó un 90% de negros". Sin embargo, al parecer, Spike es un erudito de la historia. "Si quiere, puedo reunir a los afroamericanos que lucharon en Iwo Jima y decirle que no significaron nada, que nunca existieron. No me estoy inventando esto. Conozco la historia, soy un estudiante de historia. Y sé la historia de Hollywod y su omisión continua del millón de hombres y mujeres afroamericanos que constribuyeron a la victoria en la Segunda Guerra Mundial“.

La clave para está en esa útima afirmacion de Lee, en el término de "contribuir" en vez de "luchar". Porque, de los 250.000 soldados aliados en primera línea de batalla en el Pacífico, el número de afroamericanos fue, según las cuentas de Wikipedia, de unos 700, la mayoría en labores de apoyo (cocineros, conductores, etc), aunque una parte de ellos sí que se jugó la vida en las islas. Dado el racismo imperante en Estados Unidos en esa época, eran segregados y casi nunca fueron integrados en unidades de combate con blancos. Eso sí, hubo unas pocas unidades formadas exclusivamente por negros que, como contará la película de Lee, lucharon de forma regular en Italia y, en momentos críticos como la batalla de Las Ardenas, mano a mano con los blancos.

Así que, históricamente, los argumentos de Eastwood parecen funcionar. No tiene ningún Plan Oculto xenófobo. Porque si se examina su trayectoria como director, parace también una boutade acusar al viejo Clint de racista. Aparte de Bird, en su cine han aprecido últimamente personajes negros y écticamente superdotados: el amigo cuya muerte desencadena la venganza de Eastwood en Sin perdón y el entrenador asistente en Million dollar baby, ambos interpretados por Morgan Freeman. Y, en el horizonte, The Human factor, donde abordará los primeros años de la presidencia de Nelson Mandela en Suráfrica. Al currículum del director californiano hay que sumar la propensión de terremoto Spike a prender mechas y cuestionar las vacas sagradas del séptimo arte, espíritu por otra parte muy saludable. Como muestra, la andanada que dedicó hace unos años al cronista mayor de La Gran manzana, Woody Allen: "Ha hecho veinte películas y yo nunca he leído por qué no ha incluido jamás a gente de color en sus películas".

Pero, aún absolviendo de racismo subliminal al señor Eastwood, al mandar a callar a su colega de profesión utilizando el más puro estilo zafio-Borbónico, la bandera de su razón queda agujereada. La frase "un tipo como él debería cerrar la boca" suena demasiado rancia y reaccionaria, como cuando aseguró que mataría a Michael Moore si se metiese sin permiso en su casa para manipular su imagen, como hizo entrando en el hogar de Charlton Heston para Bowling for Columbine. Cuidado, Clint, deja enfundada la Magnum de Harry Callahan y sigue con la cámara de National Geographic de Robert Kincaid.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Casos de discriminación como este se dan todos los días y en todos los ámbitos. Por ejemplo, ¿por qué todos los jugadores de los New York Knicks son altos? Es un claro ejemplo de cómo esta entidad, con Isaiah Thomas a la cabeza y David Stern como cómplice desde su púlpito de Presidente de la NBA, denigra a las personas bajitas. No me extraña que el equipo de baloncesto de la gran manzana haya tenido una temporada tan nefasta, dada la poca diversidad física de sus jugadores. Aprovecho esta oportunidad para, desde mis 174 cm., postularme como heredero natural del gran Patrick Ewing, puesto que me veo perfectamente capacitado para llevar a los Knickerbockers al título dentro de un año. ¡Tiembla, Gasol!

Claudia Hernández dijo...

Bueno, la verdad es que comparto tu opinión, pero aunque el gran Clint diga que los que clavaron la bandera eran blancos, también hay que acotar que no pasaron de ser 6 (o algo así) el resto que aparece en la peli, nada, ni un negro, pudo haber metido uno entre miles, porque partía de una base histórica,y no es casual el racismo presente en nuestras sociedades y en América, la verdad para los afroamericanos que estuvieron allí (unos 800), debe haber sido duro no verse reflejados, aunque sea cortando patatas.