El silbido-himno de Kill Bill –sacado de un filme de 1968-, los pasos de la pantera rosa, la gasolina subiendo en sinuoso reggeaton, el paraguas de Rhianna y el grito sin sentido bisbaliano asaltan los cielos. La bandera blanca se ha izado y las puertas del fuerte se han abierto: los vuelos comerciales, los únicos espacios que hasta ahora habían resistido la invasión del móvil, son ya territorio comanche del celular. Los workalcoholics, habladores compulsivos y geeks que se enchufan en vena la tecnología están de enhorabuena. En tiempo real, blackberry al cinto o auricular al lóbulo, van a poder conocer la cotización de las acciones, los últimos flecos del presupuesto de turno o la carne que cenarán al aterrizar. "Ya sabes, la quiero al punto...".
Desde finales de abril, Air France ofrece la posibilidad a los pasajeros de recibir y realizar sus llamadas desde sus móviles. La compañía aérea francesa ya había sido pionera el pasado diciembre al ofrecer servicios de mensajes SMS y mail a bordo de un Airbus A-318. De momento, Ryanair ya ha anunciado que en junio comenzará a uso del móvil en veinte aviones que operen fuera de sus bases europeas y, si la cosa funciona, al final del verano se extenderá el servicio a toda la flota. El advenimiento del teléfono móvil en la aviación supone un nuevo paso en el imparable camino del alienamiento del ser humano y, bueno, un poquito menos profundo pero más importante, la pérdida de los pequeños oasis de paz de los que se gozaba en vuelo.
Esas cabezaditas sólo interrumpidas por el paso del carrito con la comida o la calma del silencio alrededor de la lectura de un buen libro tienen los días contados. Al llorar inmisericordioso de los bebés, el coro de voces pidiendo vasos de agua y el sonido de las rodillas percutiendo en el respaldo del asiento, se va a unir el interminable calidoscopio de politonos de los usuarios y las conversaciones a gritos con mamá. Sí, para que mamá sepa que "el vuelo va genial, llegamos a las 8, te estoy llamando desde el avión, ¿sabes?, ¡¡es increíble!! ¿Le has dicho a papá lo de que me tiene que llevar el viernes a Boadilla? Anda, dile a Pichi que se ponga...".
La adicción al móvil subirá 7 grados en la escala Nokiax, la gente se Motorolizará pasa pasar el trago de las turbulencias y el señor Ericsson nos amenizará el viaje con el último sonido-llamada proveniente de la tele basura. Desde este blog con forma de púlpito laico levantamos la mano (izquierda) y juramos por Bokonón (con los dedos cruzados) que ninguno de los dos cabezones de Os Bobolongos hará uso alguno de celular en vuelo comercial, incluso en el caso de tener un tipo en el asiento contiguo con necesidad de contarte su vida por capítulos en un trayecto a Australia.
La insoportable pesadez del portable
Por eso este lamento-saeta en la red aprovecha también para destacar a algunos llaneros solitarios que predican a favor de las barreras contra la omnipresencia tecnológica y el abuso que se hace de ella. Voces que piensan que es posible tomarse un café sin la compañía de un ordenador portátil, pasar un día en el trabajo sin el uso masivo del mail o tomar un vuelo sin darle cuerda al móvil. Hippies clarividentes del 2.0 como Philippe Marsollier (aka Phil Marso), escritor francés y padre de la editorial Megacom-ik, impulsor de Jornada Mundial sin Móviles, o Jeremy Burton, currante que puso de moda el concepto "Viernes sin mail" entre algunas heroicas compañías del mercado laboral estadounidense.
No lo pases, ¡ciérralo!
Sin el barniz intelectual -y, por qué no decirlo, con una fina capa de pedantería- del buen escritor francés, pero con el pragmatismo y la eficacia del currante estadounidense, un buen día de 2004 Jeremy Burton, empleado del departamento de marketing de la compañía de software californiana Veritas, inició una pequeña revolución en Silicon Valley, la Tierra Prometida del capitalismo 2.0. A punto de coger el martillo pilón para golpear su ordenador cual monolito Kubrickiano, Burton, que recibía una media de entre 300 y 400 mails al día, estableció en su departamento los viernes como el día sin mail, con multa de 1 dólar por correo enviado en ese día. Como relataba un delicioso artículo de L.A. Times, a los 15 minutos de comenzar la ley seca de virtual, un compañero llamado Michael Parker se saltó la norma y mandó un correo.
La intención en este tipo de medidas es que los empleados hablen cara a cara o cojan simplemente el teléfono (no en un avión, eso sí...), fomentar el contacto humano y aumentar la productividad, porque se produce menos incomunicación y no se pierde medio día redactando correos. Paul Otellini, Consejero Delegado de Intel, criticaba hace unos meses en Financial Times "el paradigma del cubículo de Intel". Otellini se quejaba de que los ingenieros de su empresa, sentados en cubículos contiguos pero compartimentados, prefieren mandarse un mail antes que girarse y hablar. "La mera idea de sentarse y discutir ideas y colaborar se bloquea en un entorno en forma de cubículo", decía Otellini. Inlcuso el fantástico cómico Conan O'Brien visitó la sede de Intel y en su late night de la NBC alabó a Intel por "crear un entorno laboral donde la gente puede sentir que no existe la individualidad, no hay esperanza de futuro y nadie tiene sensación de que en la vida hay posibilidades".
Tras el gancho de izquierda de O'Brien, Otellini está apostando por cambiar la estructura Matrix de las oficinas de trabajo, construir salas comunes y pintar de colores el gris absoluto que dominaba la empresa, además de apoyar iniciativas como el "Zero Email Friday" –¡¡el volumen de correos en Intel es de 3 millones al día!!-, programa piloto puesto en práctica entre 150 ingenieros, o la experiencia "Quiet Time".
Durante la jornada "Quiet Time", un grupo de 300 empleados se transforma en pensadores de Rodin cada martes por la mañana, cierra sus correos, sus contactos con los clientes y pone el cartel de "No molestar" en la puerta de entrada a su oficina. Tranquilidad en la era de lo frenético para centrarse en el trabajo intelectual, que los investigadores consideran clave para la creatividad y la innovación. Por cierto que Intel también publicita entre sus empleado los 10 mandamientos para convencer a los currantes de los beneficios de reducir el uso del mail.
Y es que no se trata de prohibir el envío de correos sino de redescubrir el poder de la voz y el contacto humano. Relajar las cadenas que esclavizan junto al ordenador, evitar los chorizos de mails mandados una y otra vez, y cortar un poquito las alas a los expertos del escaqueo laboral, que reenvían tareas con copia al último mono de la empresa para evitar responsabilidades.