jueves, 10 de julio de 2008

Viene el lobo y nos pilla viendo el fútbol


¡¡A por eelloooosss, ooee, a por eelloosss, ooee, a por eeellooos ooooe, a por ellos ee-oo-eeeeeee!!
Exclama al unísono la clase empresarial española

¡¡Alcooooohol, alcooohol, alcohol, alcohooooll, hemos venido, a emborracharnos, que nos exploten nos da iguaaaaaaal!!
Responde con una sonrisa encantada la clase trabajadora española

El epopéyico, majestuoso, histórico, inigualable (añádase la ristra de sinónimos del Word a mano) triunfo de España en la reciente Eurocopa ha dejado a la Piel de Toro con el éxtasis en el cuerpo. Decenas de años de frustración, de arbitrajes indignantes, penaltis fallados, juego rancio, insultos mediáticos y esperanzas rotas bañadas en las lágrimas de la ciudadanía han sido enterrados. ¡Albricias!, España es campeona de Europa, ¡olé! Qué felicidad, qué alboroto, por fi un perrito-copa piloto. Y después Nadal gana Wimbledon, ¡toma ya! En la mismísima hierba de la Pérfida Albión. Anonadados estamos, pues. Sin embargo, y aún a riesgo de flirtear con las teorías sobre la alienación de las clases de ese tipo de larga barba blanca (y no hablo de Papá Noel), este Bobolongo se siente en la obligación moral –perdón, ética– de anunciar el advenimiento de Sauron, el señor oscuro, sobre el mercado laboral español. Dios me libre de poner en duda la relevancia del fútbol en nuestras vidas, pero los empresarios... ¡nos van a dar por todos los lados mientras jugamos en la playa con un balón de Nivea!

Ya resuenan los tambores de guerra allende los mares. "Así serán los despidos de la crisis: más baratos, más rápidos y más duros", abría su información económica El Mundo hace semana y media. "La crisis sera más larga y profunda", analiza en su suplemento homólogo El País, que se centra en el desplome inmobiliario. Emilio Botín pide desde el continente que ha recolonizado –América– contención salarial –excepto la suya, claro está– para capear el temporal. El súperbanquero con la S grandota de Santander, fagocitador de entidades varias, aconseja paternalmente a su querido gobierno socialista, mientras, como patrocinador de la competición, entrega la Copa Libertadores al equipo Liga Deportiva Universitaria, de Quito (qué ironía, otra vez el fútbol…). A un océano de distancia, la patronal de los empresarios, la CEOE, manda sus tropas a sitiar el abismo de Helm. Con cara de sabio, su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, habla de una "situación gravísima" y de "1,5 millones de parados más" si el Gobierno no "apuesta por medidas que flexibilicen el mercado". Si hacemos caso al señor presidente, y citando a una brillante ex compañera laboral, el trabajador español va a acabar siendo más flexible que las afamadas prostitutas tailandesas, con perdón de lo políticamente incorrecto.

Mientras, el Partido Socialista Obrero (me da la risa cuando digo esto...) Español medita un paquete económico de apoyo para el gremio de la construcción. Claro que sí, hombre, esos visionarios de la nueva economía no pueden dejar de tener beneficios anuales del 100 por cien. Si ya no pueden especular, algo les tendrán que regalar. "Nuestro sector inmobiliario es de los mejores del mundo. Vivimos un aterrizaje o ajuste suave“, sentenciaba con sagacidad el 24 de octubre de 2007 Carmen Chacón, por entonces ministra de Vivienda. Pero hay que ver cómo disfrutan los políticos 2.0 enjuagándose la boca con "aterrizajes suaves", "burbujas", "ralentizaciones" y su panoplia de términos para pintar de rosa una pizarra que chirría al contacto de los rotuladores de colorines Crayon, que tanto usan los juguetones ministros de ZP.

Mileuristas del mundo, ¡uníos!

Afortunadamente, uno sigue manteniendo intacta la capacidad para indignarse siete veces al día, así que cada vez que escucho el concepto flexibilidad me dan ganas de invadir la sede central de Telefónica y tragarme la última hornada de móviles 3G XYZ 3,4, con carcasa intercambiable. ¿Quieres más flexibilidad, vampírica CEOE? El poder adquisitivo del ciudadano español no ha hecho sino descender desde principios de los noventa, con las reformas thatcherianas del mercado laboral –despido barato, reconversión industrial salvaje, ETTs y compañía– apadrinadas por los gobiernos de Felipe González. Los sueldos son tan lamentables que si se cantase aquello de un bote, dos botes, mileurista el que no bote, no saltaría ni Dios. Además, el concepto de antigüedad es ya una leyenda homérica que se pierde en la noche de los tiempos, ya sea porque es imposible la estabilidad laboral, ya sea porque ese plus ha sido destruido en los nuevos convenios colectivos.

Perdida la antigüedad del trabajador, el efecto perverso concatenado es el establecimiento de dos categorías de trabajadores. La minoría veterana en las empresas, generalmente atrincherada en sus exiguos beneficios, y la mayoría de jóvenes explotados, con una escala salarial inferior. Habría que añadir un tercer nivel, el de los inmigrantes, alrededor del 8% de los asalariados con alta en la seguridad social. A nuestros compañeros latinos, rumanos o marroquíes que vienen a ganarse el pan y a intentar ahorrar entre prejuicios para ver si se pueden traer a su familia en el futuro, se les paga menos que a los jóvenes explotados, y, muchas veces, en negro. Qué hubiese sido sin el sector de la construcción -¡Ohhh, gran timón de la economía española, alúmbranos en esta noche oscura!- y su vanguardista estrategia de contratación de personal en las mil y una obras:
"O aceptas cobrar en B o te vas a la puta calle. Por cierto, cuando te largue, también te voy a echar en negro, así que lo de cobrar las prestaciones lo vas a tener chungo". Por tanto, si los salarios recrean la historia del Increíble Hombre Menguante, el coste de la vida sube como la espuma, el despido le sale por la patilla a los empresarios y las horas extras no las cobra ni el Tato, la gran pregunta que tanta zozobra me causa es: ¿de qué jodida flexibilidad habla el señor de la CEOE?


Preparan la segadora

Más calmados que yo, los sesudos expertos hablan del ajuste más brutal que va a sufrir el empleo desde que existe estadística laboral. En realidad, si se mira con detenimiento, el currante vive en un ajuste permanente desde hace lustros, ya que el empresario ha decidido hace tiempo que es la mejor estrategia para la sumisión perpétua del currante. Los despidos ya han comenzado, y en el verano la cosa no puede ir sino a peor. El ejemplo de la patronal de los transportistas, que ha aprovechado la barata excusa de los paros para echar a un buen puñado de trabajadores, tiene toda la pinta que será seguido ahora por el sector de la pesca. La "leve desaceleración" por "la presión de la coyuntura internacional" de la que Zapatero nos conminaba a no preocuparnos antes de las elecciones se ha hecho una bola de nieve. Rueda y rueda, y el alud engorda. La crisis se ha llevado por medio en el primer trimestre de 2008 casi un cuarto de millón de trabajadores respecto a los tres meses anteriores, la mayor subida en 15 años, según datos de la EPA. Y el paro registrado ha aumentado en 423.237 personas desde que comenzaron a detectarse los primeros síntomas de desaceleración económica,
de acuerdo al INEM.


El espléndido –merece la pena leerlo- artículo de El Mundo define con humor negro lo que se avecina: la "tormenta perfecta" en el mercado laboral. Sus autores, Francisco Núñez y Cristina Caballero, apuntan a las primeras víctimas del Tsunami neocon-liberal: el tercio de currantes temporales –"la clase precariada", que definió genialmente Gaspar Llamazares–, a quienes les va a renovar contrato Rita, the singer. De nuevo los trabajadores de la construcción –con un paro calculado en torno al 30%– reciben los primeros puñetazos. Después, los trolls abobinables en forma de ERE –Expediente de Regulación de Empleo– ya atruenan en la ontananza. Bajo esta figura, el empresario puede echar a grandes grupos de trabajadores aduciendo razones de causa mayor económica o técnicas. En teoría, estos ERE deberían ser para llegar a acuerdos de prejubilación beneficiosos para currantes que lleven media vida en una compañía, pero en la práctica, y más en tiempo de maremoto de crisis, se usan simplemente para poder echar a muchos a 20 días de indemnización por año trabajado, en vez de los 45 pertinentes cuando el despido es improcedente. Entusiasmados con su interpretación libre del himno catalán Els Segadors, los empresarios han aumentado en un 21% los ERE presentados.

Pero que nadie se preocupe, porque, como decía el clarividente Forges el otro día, en dos años llega el Mundial de fútbol. Y Nadal número uno de aquí a tres días. Pena de Fernando Alonso este año... Sí es que como en España no se vive en ninguna parte. Que si somos los mejores, ¡bueno y qué!, ¡bueno y qué!

2 comentarios:

David dijo...

Gran entrada compañero. La expresion del imperio "Pan y circo" ya ha quedado obsoleta. Si el circo permanece (con pay per view), el pan ha de ser suplantado por euribor o por hipoteca o por algo jodido que no sacia el estomago. Ni mendrugos del pan del lazarillo de Tormes nos quedan. La gente acabara mutando para poder obtener proteinas de las paginas del diario marca. 1984 esta mas cerca de lo que parece. Pero siempre quedaran los espiritus bobolongos.

Claudia Hernández dijo...

Ufff, qué buen post, duro, triste pero incisivo. Una pena en manos de quien la gente ha puesto sus expectativas.

Ya lo dijo tu padre, este mandato de ZP, será el de los empresarios...