jueves, 29 de enero de 2009

Evo y la teoría de la relatividad



La capacidad de ciertos medios de comunicación impresos para alterar la realidad a través del lenguaje es inversamente proporcional a su paulatino declive en ventas. Todo es relativo hasta que se demuestre lo contrario. Una victoria aplastante en las urnas puede ser transformada en una victoria ajustada, y un triunfo holgado se puede convertir en un abrir y cerrar de ojos en un empate técnico. Nada como la realidad política suramericana para poner a prueba la objetividad y rigor periodístico de los periódicos españoles, que siempre miran a los acontecimientos del continente hermano con una pizca de aire paternalista, aún no superada.

La reciente victoria del Sí en el voto a la nueva Constitución boliviana ha vuelto a destapar el tarro de la manipulación y del cinismo periodístico de algunos francotiradores de la verdad. Aún sin conocer el recuento oficial final, la aprobación del texto constituyente ha alcanzado alrededor del 60% de los votos (70% escrutado), una diferencia de veinte puntos respecto a los ‘noes’ que en cualquier país de Occidente sería catalogada de barrida en las urnas. Por otra parte, la propuesta de limitar la posesión individual de la tierra a terrenos no superiores de 5.000 hectáreas, recibió un apoyo masivo del 77%. Justamente hace unos meses, además, Evo Morales se impuso en un referéndum sobre su persona con un 67% de los sufragios, otra distancia no ya contundente sino sideral, pero que a El País le seguía pareciendo una cerrada carrera de puras sangres, apurando por alargar la cabeza a dos metros de la línea de meta.

Vamos a por el indio

“Si el domingo triunfara el sí en el referéndum sobre el nuevo texto constitucional una gran mayoría de bolivianos se enfrenta a la posibilidad de quedarse sin suelo ni patria”, se podía leer en el artículo firmado por Mabel Azcuí el 24 de enero (La semántica boliviana y el peso del mestizaje). El artículo, citando un editorial del periódico boliviano La Razón, se hacía eco de “las alertas lanzadas por constitucionalistas, políticos y analistas en torno a la exclusión de los mestizos, que representan casi el 80% de la población, del texto constitucional”.

Un día antes, y saltando de lleno al charco de la vergonzosa tergiversación, la citada Mabel Azcuí (¿dónde están los controles de El País para las informaciones de sus corresponsales free lance?), se marcaba un texto más se(s)gado que un campo de trigo soviético en época de hambruna. “Los primeros mil días de gestión del presidente de Bolivia, Evo Morales, se han convertido en una pesadilla para los informadores y los medios de comunicación, que han sufrido atropellos, agresiones, la destrucción de instalaciones y herramientas de trabajo por culpa de la intolerancia y la ausencia de garantías para la libertad de expresión y el derecho a la comunicación”.

La catarata de acusaciones apocalípticas al Gobierno de Morales, una suerte de réplica del Chile de Pinochet para la periodista, se cerraba con un ejercicio de cinismo del tamaño de Oklahoma: “La prensa (…) nunca había sufrido tantas afrentas públicas contra su dignidad profesional y aún menos provenientes tanto de las más altas instancias del país como de los sectores empobrecidos de Bolivia, tradicionalmente los más defendidos por los medios impresos y audiovisuales de la nación”. El mejor chiste de todos era asegurar que los medios de comunicación de Bolivia, en poder, como en toda Latinoamérica, de los oligarcas por los siglos de los siglos, hayan estado siempre del lado de los pobres. Pero ya se sabe, re-la-ti-vi-dad, la soberanía popular es buena hasta que éstas elige a un indio como presidente, que encima ataca las raíces que sustentan el chiringuito post colonial.


Probando otra munición

Quizá asustados por los disparos contra la realidad y con bazuca de la soldado Azcuí, El País, sorprendentemente, dejó de publicar a la manipuladora para sustituirla por Soledad Gallego Díaz, enviada especial a la región antes de la votación. Habitual del análisis político español, Gallego Díaz mostró un mayor equilibrio en sus informaciones, pero siguió la línea ideológica de combate impuesta por la dirección del periódico: ¡¡leña al Evo, que es de goma!! La veterana periodista nos regaló la ristra habitual de titulares-infunda-miedo (Hugo Chávez tiene bastante experiencia al respecto):

Morales amenaza con gobernar por decreto si el Senado no le respalda (olvidando que esa supuesta amenaza era la respuesta de Evo a la decisión de las autonomías rebeldes de no cumplir la Constitución en caso de ser aprobada) /
Una Bolivia dividida se juega su futuro en referéndum /
Bolivia ahonda su división en las urnas (que sí, que nos hemos enterado de la división de dimensión sísmica...) /
Morales nacionaliza una petrolera a un día del referéndum (¿Le molesta a El País que Repsol no sea el amo del gas de Bolivia, como lo fue bajo anteriores títeres presidentes del estado andino?)
El poder indígena avanza en Bolivia (y a veces destruye) / Gracias por el paréntesis, no vayamos a pensar algo bueno de esos tipos con ponchos de colores chillones. Vale que los vendan en el rastro, joder, pero que quieran asumir el poder...

Mientras el campo de la supuesta información objetiva recordaba la radicalidad del Evo, Gallego Díaz sumaba a su hiperactividad pre consulta constitucional sendas entrevistas con la oposición, por cero patatero con algún representante del MAS, partido de Morales.

Las constituciones deben limitar al poder. Y eso no pasa aquí (entrevista a uno de los más"prestigiosos y respetados constitucionalistas" de Bolivia. ¡Pero cómo se va a equivocar esta lumbrera del derecho!)
Nadie podrá gobernar este país con la nueva Constitución (entrevista al democrático líder Branko Marinkovic, líder golpista, perdón, autonomista de Santa Cruz, pirómano de disturbios contra el Gobierno y declarado insumiso constitucionalo si la gente no vota lo que él quiere)


Morales-Chávez-Correa, el otro eje del mal

Naturalmente, la democracia también es relativa. Una Asamblea elegida por el pueblo de la que emana un texto constitucional, que luego sanciona la ciudadanía, no es el camino del progreso. Las constituciones no se votan por los indígenas, se escriben en Washington o Bruselas. El problema de reconocer el inequívoco mandato popular a favor de la Constitución, la primera en el mundo que recoge los derechos soberanos de los pueblos indígenas nativos sobre sus tierras, y les conmina a tomar los espacios de poder que se corresponden con su cuota poblacional, es que llevaría implícito aceptar el triunfo de Evo Morales, y claro, el político alérgico al traje no encaja en el perfil de presidente socialdemócrata que postula El País. Así, mientras la voz del Evo permanece generalmente silenciada, la rupturista oposición recibe entrevistas puntuales en el medio, a través del citado anteriormente Branko Marinkovic, un millonario terrateniente, hijo de un conocido croata pronazi, que suele prodigarse en dar lecciones de democracia al presidente Morales.

El País, como hace con Venezuela o con el Ecuador de Rafael Correa, se hace eco de los argumentos opositores, que pintan un país partido en dos, y pide en el editorial del pasado martes “que Evo debe dialogar para incluir a las provincias autonomistas”. ¿No será al revés, señores editores? Curiosamente, estas cuatro provincias acaparan el 90% de los recursos naturales del país, sus habitantes son blancos blanquitos, en su mayoría procedentes de la minoría criolla española, y hace unos meses aprobaron unos estatutos de autonomía que impiden al estado central gestionar esos recursos.

Ergo, el secesionismo regional y aconstitucional en Bolivia es elogiable, mientras que, por ejemplo, las veleidades independentistas del Lehendakari Ibarretxe, formuladas en su abortado referéndum de autodeterminación en el País Vasco, son un peligroso jaque al Estado que éste no puede tolerar. Ergo, las décadas de vida sindical de Lula antes de acceder a la presidencia de Brasil siempre han sido un plus para El País, una explicación del talento dialogador y de consenso del ex tornero brasileño, mientras que el ADN sindicalista cocalero de Morales le hace ser una persona que “se mueve siempre cómoda en el conflicto, en la confrontación”.

La botella medio llena... o medio llena

Ya ven, todo es relativo, y la gravedad del altiplano boliviano afecta a la masa de las informaciones en una variante potencial de diferente rango a la que se encuentra en las mesetas de la Península Ibérica. Olas gravitacionales de distinta intensidad, que diría Einstein, y que también inciden en la elasticidad del asunto del desarrollo de los pueblos. El País y el buen aventurado Zapatero han aunado esfuerzos en los últimos tiempos defendiendo el derecho de los pobres a decidir su futuro y la necesidad de aumentar drásticamente la ayuda al desarrollo. Pero cuando Bolivia nacionaliza los recursos naturales de su territorio, piedra angular para el impulso de cualquier país, y exige a las petroleras –incluidas las españolas– renegociar todos los contratos de explotación de las materias primas, la deriva de Bolivia se convierte en peligrosa. “Un país no puede tener esa inestabilidad en el estado de derecho”, suena el hit de Occidente.

Al igual que hiciera con diurnidad y alevosía, durante el golpe de estado en Venezuela en 2002, y a lo largo de los reiterados triunfos electorales de Hugo Chávez, El País barniza sus análisis e informaciones de la situación en Bolivia con inquietudes acerca del autoritarismo de Evo Morales y con serias dudas sobre su capacidad de gobernar el Estado. Sin embargo, el boicot institucional larvado de las citadas provincias, no pasa de mera anécdota para el diario. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra. El modelo Chávez parece ya más que agotado, ahogado en su megalomanía, y quizá Evo sea incapaz de redistribuir la riqueza como promete y carezca de la habilidad y talento de (¿Obama?), pero ese terreno de opinión hay que reservárselo a los columnistas. Las informaciones de los procesos electorales tienen que decir quién ha ganado y quién pierde. Qué y a quién eligen los pueblos, no pensar por el lector. Dada la intención orwelliana del diario de Prisa de que la ciudadanía española grite de miedo al escuchar el nombre de Evo, lo mejor será seguir comprando Público, y dejar El periódico global en español para la revista de los domingos.

1 comentario:

Claudia Hernández dijo...

La verdad es que cada vez que compraba El País, me parecía una vergüenza el sesgo con que trataba siempre los asuntos latinoamericanos que se inclinan hacia la izquierda.
En cuanto a la revista de los domingos de dicho periódico, es casi un bodrio...
Fantástico post, ya lo deseaba!!!

PD.: Hay un periodista que recoge, mensualmente las joyas del sesgo de los medios de información español:
www.pascualserrano.net

Eso sí, abstenerse los alérgicos al color rojo