martes, 14 de julio de 2009

Weird Fishes

Imagen tomada del Photo blog: Really Japan

La puerta que cierro, siempre con una fuerza mayor de la que debería. La bajada por la escaleras, el vistazo a la pegatina del vecino en el segundo piso, la celeridad en las piernas para despertar al cuerpo…
La puerta que se abre hoy al sol, por vez primera en varias semanas. El ciclista que acompaña mi breve recorrido hasta la esquina…

De vez en cuando reconozco algún rostro en el metro. Es un desconocido. Nunca intercambiaré una frase con él. Pero me gusta. Compartir rutina con un tipo anónimo quita unos gramos de encima…

El transbordo en el angosto pasillo de cada mañana. Los codos adelantan patra tomar posiciones. Dos de cada tres brincan por las escaleras mecánicas, ofuscados en no perder el último metro, si no fuera porque dentro de tres minutos llegará el siguiente…

Impetuoso, irrumpo en la salida de la estación de autobuses, con las gafas de sol en mano. No pudo ser. El sol se ha ido. Inshala. Las gafas permanecen en mi mano. No me las pongo. Pero me resisto a guardarlas…

Como siempre, pareciera que ando de puntillas. Sigiloso. Un cazador en la sombra, que se sitúa lejos del rebaño que espera. No quiero encontrarme a nadie. La música es demasiado buena en mis oídos para astillarla con una conversación sobre el tiempo.

Llega el bus. Siempre en punto. Cada 10 minutos. Ni más ni menos. Perfecto. ¿Demasiado? No, rápidamente lo descarto. Lo he visto antes. La gente se impacienta. Resopla. Los músculos del cuello se tensan. Miran el reloj agresivamente… Se acercan toscamente a la acera, como si eso inclinase la carretera para hacer que el bus apareciese antes. No, dejémoslo. Brindemos por la puntualidad alemana…

Cinco minutos en dar la vuelta a la estación. Siempre hay alguien que sale del metro en esos instantes. Maldice su suerte. Ha perdido el bus por una migaja de tiempo. Ni lo intenta. El conductor nunca le abrirá las puertas. No importa que esté a dos metros, detenido cinco minutos esperando la cola.

Ya dentro... Siempre escojo la ventana. Son enormes. Visión panorámica de la ciudad de Múnich. Tengo suerte, mucha suerte. Amo y soy amado. ¿Dónde está el guía turístico? Salida a la carretera. Nunca hay atasco. Verde que te quiero verde...

Hoy no va el bus lleno. Es tumbarse boca abajo en la toalla, después de un largo chapuzón en el mar. Calma, tranquilidad. El sol que vuelve a despuntar. Me acuerdo de un compañero argentino. "¿Sabes lo que mi papá me dijo cuando supo que venía para acá? Mira a ver si todavía siguen esos bellos campos de flores a las afueras. Dime si todavía están". Sí, todavía están. Ahí siguen. El hijo recorriendo el camino del padre. Con más plata. Con red. Pero con los mismos ojos...

Los ojos... Los levanto del libro de los muertos vivos. Observo tras la ventana. Delante mío otros ojos miran afuera. Delante suyo, el tercer par de ojos se asoma al campo. ¿En qué piensan? ¿Qué mastican suavemente? Es rico y placentero. Se nota en su mirada. Al menos relaja. Yo también miro. He guardado el momento en una cajita de madera y a colores. Doy al play... Las letras del papel se me confunden con las letras del auricular...

El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: "Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él". Pensé: "No regresará jamás; no volverá nunca".

In the deepest ocean
The bottom of the sea
Your eyes
They turn me

Why should I stay here?
Why should I stay?

I'd be crazy not to follow
Follow where you lead
Your eyes
They turn me...

sábado, 11 de julio de 2009

La gran máquina de burbujas americana


Algo se mueve entre las sombras desde hace mucho, mucho tiempo, casi tanto como el diablo de los Stones… Es una entidad omnipresente y camaleónica, cuyos tentáculos hacen parecer una ameba al pulpo de 20.000 leguas de viaje submarino. Surfea sobre las olas de la economía y jamás ha tropezado con la marea. Anticipa cual Nostradamus las reglas del juego e incluso ha creado una nueva raza de seres inmortales –los Goldamitas–, que dejan en aprendiz de brujo al clan de los McCloud. Señoras y señores, ante ustedes la gran máquina de burbujas americana: Goldman Sachs.


Como en todo thriller que aspire a clásico, desde El crepúsculo de los dioses a Memento, vayamos de delante hacia atrás. Es 9 de junio de 2009 en Nueva York, a última hora de la tarde. La acción transcurre en Lower Manhattan, en un sofisticado pub en Stone Street, muy cerca de la sede central de Goldman Sachs. El lugar está hasta las trancas, como diría mi otra cabeza bobolonga. Ambiente animado, gente cool, ejecutivos neowasp y decenas de los afamados cócteles neoyorkinos en preparación. Una voz de treintañero caucásico, ya con el nudo de la corbata aflojado, despunta en el local.


- “¡Esta ronda la pago yo!”, exclama a sus compañeros de mesa, pongamos que Michael.

- “Yeah!, ¡siempre y cuando no la pague el Gobierno!”, replica, pongamos que Brian, desde otra mesa.


Acto seguido, varios de los grupos allí presentes se levantan y brindan con estruendo por la ocurrencia. La escena, con las licencias literarias que acostumbramos a tomar por estos lares, la relataba el periodista Eric Dash en el New York Times el mes pasado. Una anécdota que ni siquiera llegaría a la categoría de graciosa de no ser por el contexto. Ese mismo 9 de junio, y de forma muy discreta, el Gobierno estadounidense había autorizado a salirse del programa de ayudas públicas –el TARP, Troubled Asset Relief Program- a una lista de diez bancos. Trasatlánticos como American Express, Goldman Sachs, JPMorgan Chase y Morgan Stanley se comprometían a devolver casi 70.000 millones de dólares al Gobierno, aproximadamente un cuarto del dinero recibido desde el lanzamiento del plan de rescate en octubre de 2008 (se calcula en 8,7 billones de dólares el dinero entregado por el Gobierno a las entidades financieras a lo largo de diferentes tramos).


El programa TARP -700.000 millones de dólares- estaba destinado a la compra de activos tóxicos y capital de los bancos para fortalecerles y alentarles a ampliar los préstamos para combatir la crisis. Los triunfadores (winners, en terminología estadounidense) del café de Stone Street celebraban su desvinculación del paraguas estatal. Al salirse del citado TARP, los Goldamitas veían recuperar su ansiada libertad, dejando atrás la opresora subvención-regalo de la Administración Obama y, con ella, cualquier influencia u obligación de seguir las recomendaciones del Gobierno. Libres de nuevo para no tener restricciones en los salarios de los 25 ejecutivos mejor pagados -la entidad prepara 1.000 millones de dólares en bonus- y para darle a la manivela de la gran máquina de burbujas, mientras se enterraba la oportunidad de regular de una vez por todas al sector financiero.

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La avaricia organizada derrota a la democracia desorganizada



¿Cómo ha sido posible que, en poco más de medio año, las principales entidades tiburón-financieras de EEUU estén ya en disposición de pagar el dinero estatal prestado, mientras el empleo sigue desplomándose y los déficit públicos de los Gobiernos agigantándose? Quizá sea porque ésta, como muchas otras en el pasado, ha sido una crisis creada a sabiendas, una burbuja inflada hasta el nivel 107 de avaricia, que, una vez explotada y pasada la tormenta, vuelve a dejar atronadores beneficios a los de siempre. En su edición de julio, Rolling Stone publicaba el artículo que da nombre a este post, una vertiginosa radiografía de los cadáveres que guarda en el armario Goldman Sachs, escrita con brillantez y humor negro por Matt Taibbi. El hecho de que un medio tan americano y pro sistema como Rolling Stone albergue un relato que bien podría haber sido publicado en Diagonal ha sido toda una agradable sorpresa.



El artículo de Taibbi habla de una fórmula relativamente simple: Goldman se coloca en medio de una burbuja especulativa: la venta de inversiones que sabe que, en el fondo, no son más que basura, ya que la mayoría son incobrables. Luego aspira-roba grandes sumas de las clases medias y bajas de la sociedad, ayudado por un estado corrupto y lisiado, que le permite reformular las reglas a cambio de la limosna del banco en forma de dinero para las campañas electorales y diversos proyectos políticos. Cuando el castillo de naipes se derrumba y millones de ciudadanos se quedan endeudados hasta el extremo –por ser gilipollas, también hay que decirlo–, el proceso comienza de nuevo. Ya que no queda capital, se recurre al dinero de los impuestos de los contribuyentes. Goldman y compañía acuden al rescate de esas familias desesperadas y de esos pequeños negocios asfixiados por la falta de liquidez prestando a intereses de mercado el dinero recibido por el Gobierno a intereses irrisorios.


A esta jugada contribuye el mágico control que Goldman posee sobre las normativas reguladoras: es la primera vez desde La Gran Depresión que a un banco de inversión –el caso de Goldman- se le ha permitido recibir subvenciones del Estado, al transformarse en un holding bancario. Al mismo tiempo, se dejaba que Lehman Brothers, el gran competidor de Goldman, se derrumbase sin plan de rescate.


La mano que mece la cuna


Goldman Sachs lleva aplicando su exitosa estratategia desde 1920, creando dos niveles de información dentro del sistema: la oligarquía financiera que conoce los números reales, y los millones de inversores medios que persiguen unos valores a unos precios a todo punto irracionales. Durante la burbuja de los noventa de las puntocom, Goldman contribuyó a inflar ficticiamente el valor de compañías basadas en una idea escrita en una servilleta. En la reciente burbuja inmobiliaria, Goldman fue protagonista a la hora de rebajar brutalmente los estándares para la concesión de hipotecas. Y en la actualidad, el otrora sólido mercado de los precios del petróleo se ha convertido en otra burbuja. Aquí ayudado por otros actores del sector de las materias primas, Goldman persuadió a los fondos de pensiones y a otros grandes inversores institucionales para invertir en futuros sobre el petróleo.


¿De qué se trata el mercado de futuros? En comprar de acuerdo a un precio determinado en una fecha fija. El movimiento ha transformado el petróleo de una mercancía física, rígidamente sujeta a las leyes de la oferta y la demanda, en un objeto sobre el que apostar, en una acción de bolsa. Siguiendo con los datos proporcionados por Taibbi (su blog), entre 2003 y 2008, la cantidad de dinero especulativo acumulado en el mercado de las materias primas aumentó de 13.000 millones de dólares a 317.000, un alza del 2.300 por ciento. En 2008, un barril de petróleo se comercializaba de media hasta 27 veces antes de que fuese efectivamente entregado y consumido.


La súper raza de los Goldamitas



La permeabilidad entre la industria privada y pública en Estados Unidos es conocida, pero la increíble quinta columna de Goldamitas que gobierna el sistema no tanto. Rolling Stone da cuenta de los nombres. Henry Paulson, secretario del Tesoro con la Administración Bush y arquitecto del plan de rescate (el TARP) al sector financiero por valor de 700.000 millones de dólares. Antes, Consejero Delegado (CEO) de Goldman Sachs. Robert Rubin, secretario del Tesoro con la Administración Clinton, responsable de muchas de las salvajes desregulaciones de los noventa (“Los mercados financieros están sobre-regulados, tienen que liberalizarse”, dijo a la revista Time). Antes, 26 años en Goldman Sachs. Ahora, Chairman de Citigroup, que recibió 30.000 millones de dólares de Paulson, perdón del TARP. John Thain, ex banquero de Goldman y ahora CEO de Merril Lynch, favorecido en miles de millones también por el TARP. Robert Steel, ex Goldamita a cargo del banco Wachovia, quien se remuneró junto a sus colegas ejecutivos un aguinaldo de 225 millones de dólares, mientras su entidad se autodestruía.


La lista de Goldmanitas sin fronteras es apabullante. Neel Kashkari, administrador de los fondos del TARP, Joshua Balton, el jefe de Gabinete de Bush durante el plan de rescate; Ed Liddy, al frente del gigante asegurador AIG durante la crisis, que traspasó 13.000 de los 85.000 millones recibidos del TARP a -¿quién si no?- Goldman Sachs; el director del Banco Mundial; el jefe de la Bolsa de Nueva York; los últimos dos responsables de la reserva federal de Nueva York, uno de ellos, Tymothy Geithner, ahora el secretario del Tesoro Obama y encargado de supervisar a Goldman...


El artículo de Rolling Stone finaliza anunciando que Goldman Sachs ya prepara la que podría ser su burbuja más audaz. La entidad explora con avidez las lagunas reguladoras que a buen seguro se van a crear en el área de los créditos de carbono, un mercado en plena fase de expansión, calculado en más de tres trillones de dólares. La aprobación de una ley el 11 de julio por la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, ensalzada en todo el mundo como un paso histórico en la protección del medio ambiente, ha sentado las bases de una revolucionaria nueva burbuja. La ley establece la creación de un sistema conocido como "cap and trade", que fija límites máximos y de venta de derechos de emisión de dióxido de carbono entre empresas. Según Taibbi, el nuevo mercado de créditos de carbono es una virtual repetición del modelo de mercado-casino de materias primas en el que Goldman es un maestro, pero con una última jugada ganadora. Esta vez el aumento de los precios estará establecido por mandato del Gobierno. Goldman ni siquiera tendrá que falsear el juego. Las reglas estarán amañadas de antemano.


sábado, 4 de julio de 2009

Dachau

El pueblo de Dachau esta situado al sur de Alemania, en el estado federal de Baviera a unos 16 kilómetros al noroeste de Munich, tiene unos 40.000 habitantes y esta marcado por lo acontecido durante el III Reich alemán. Este campo del que hablamos no es ni el más grande, ni el más conocido, ni en el que mas gente fue asesinada, pero si es el primero de todos, el paradigma. De hecho, el campo era un centro de entrenamiento para los guardias de los campos de concentración de las SS y la organización y la rutina del campo se convirtieron en el dogma a seguir para todos los campos de concentración nazis.

Historia:

Sobre los rudimentarios barracones de piedra de la antigua fábrica de pólvora de Dachau, Heinrich Himmler, mandó instalar el 21 de marzo de 1933 el primer campo de concentración alemán, conocido bajo el nombre de "campo antiguo", en el que tenían cabida unas 5000 personas. El objetivo de este campo era la eliminación de toda oposición, la destrucción de todo espíritu libre, de todo pensamiento no sometido al principio personalista y autoritario de mando ("Führerprinzip"). Theodor Eicke (a la derecha de la foto junto a Himmler) fue el comandante de Dachau y el ideólogo del plan organizativo primigenio. Se dice que era experto en destrozar psicológica, moral y físicamente a los presos. Más tarde, este siniestro personaje, llegaría a ser el inspector de las SS para todos los centros de internamiento.

Los primeros prisioneros eran conocidos enemigos políticos del régimen nazi, la mayoría de ellos comunistas y social-demócratas, que allí se encontraban bajo una “custodia protectora”, según la retórica oficial. En 1935, tras la aprobación de las leyes de Nuremberg que apoyaban la discriminación racial, llegaron otros grupos, gitanos, homosexuales, judíos, Testigos de Jehová (que se negaban a servir en el ejército), sacerdotes, etc. El campo fue aumentando su tamaño paulatinamente, sin llegar nunca a tener las instalaciones necesarias para albergar la cada vez más ingente llegada de presos. También a medida que aumentaba la persecución sistemática de los judíos, crecía el número de los confinados en Dachau. La construcción finalizó oficialmente a mediados de agosto de 1938 y el campo permaneció sin cambios hasta 1945. Después de la noche de los cristales rotos (Kristallnacht acontecida del 9 al 10 de noviembre de 1938), más de 10.000 judíos alemanes fueron recluidos en el campo. Desde el verano de 1939 y a medida que el Reich invadía los países limítrofes, enviaba más presos de cada una de las nacionalidades. El campo no estaba preparado para recluir a tal cantidad de personas, superando ya en esta época, hasta en un 400 por ciento su capacidad. Dachau se mantuvo en funcionamiento durante todo el periodo del Tercer Reich. Más de 206.000 presos fueron inscriptos entre 1933 y 1945, según consta en los documentos de la oficina de registro del campo. A esta cifra habría que sumar un número desconocido de presos que pasaron por Dachau y no fueron registrados.

Condiciones de vida:

Las condiciones de vida eran terroríficas. La primera frase que oía un prisionero al ser registrado era: “ahora ya no tenéis ni siquiera dignidad, sois mierda y como tal vamos a trataros”. Cada uno recibía un número de registro (la despersonalización era clave para los nazis, nunca hubo un registro de quienes eran) y se dividían en cinco categorías. Para distinguirlos se idearon unos triángulos de tela que iban cosidos sobre sus burdos trajes a rayas: verde para los presos comunes, rojo para los políticos, negro para los “antisociales o parásitos”, violeta para los Testigos de Jehová o clérigos, rosa para los homosexuales, marrón para los gitanos y la estrella de David en amarillo para los judíos. Debían trabajar hasta el agotamiento, recibían ínfima cantidad de alimento y vivían bajo la amenaza permanente de tratos horriblemente crueles a manos de los guardianes, que recibían incentivos económicos si mataban a presos que intentaban escapar. Esto provocaba ejecuciones arbitrarias y competiciones macabras entre los hombres de las unidades calavera de las SS.

Un día en Dachau transcurría de la siguiente manera: diana en el verano entre las 3 y las 4 horas de la madrugada; a las 5,15 horas formación para efectuar el censo; de las 6 a las 12 horas trabajos; de las 12 a las 13 horas descanso (incluido el tiempo para ir y volver); de las 13 a las 18 horas trabajos (durante la guerra frecuentemente hasta las 19 horas); seguidamente nueva formación. Diana en el invierno a las 5 horas; el comienzo y el fin del trabajo dependían de la hora del amanecer y del anochecer.

En los barracones dormían hacinados en condiciones infrahumanas. En las épocas de verano les obligaban a cerrar las ventanas y les ponían la calefacción. En invierno, les hacían abrirlas de par en par y apagaban las estufas. Las literas establecían un orden de defunción. En la parte de abajo permanecían los más débiles y enfermos, los que eran incapaces de subir los 5 peldaños de la escalera. Las enfermedades se propagaban velozmente, y si tu vecino moría durante la noche, era probable que tu destino fuera el mismo porque tu mejor manta era su calor humano.

Los prisioneros de Dachau fueron utilizados para realizar trabajos forzados. En un principio, los utilizaron para el funcionamiento del campo, en varios proyectos de construcción y en las pequeñas industrias de artesanía establecidas en los aledaños. Construyeron carreteras, trabajaron en canteras de grava y drenaron pantanos. Durante la guerra, los trabajos forzados que utilizaban presos de los campos de concentración eran cada vez más importantes para la producción armamentística alemana. Aparte de las factorías de la SS y de algunas fábricas de armamentos radicadas en el mismo campo de concentración, como BMW y Messerschmitt, tuvieron que trabajar en las industrias de armamentos establecidas en casi toda Baviera. En total fueron montados 139 campos de concentración secundarios y puestos exteriores.

La perfección del aprovechamiento del potencial de trabajo representado por los presos se desprende del siguiente documento de la SS:

Cálculo de rentabilidad para el aprovechamiento de presos en los campos de concentración:

Jornal obtenido diariamente por el alquiler de cada preso: RM* +6,-
Alimentación: RM -0,60
Gasto en ropa: RM -0,10
(Duración media de cada vida 9 meses) 270 X RM 5,30 = RM +1.431,-

A esto habría que sumar los beneficios obtenidos por el aprovechamiento de los restos mortales:
1. Muelas de oro
2. Vestidos
3. Objetos de valor
4. Dinero

Con un benefició medio de: RM +200,-
Gastos de incineración: RM -2,-

Beneficio total tras 9 meses: RM +1.631,- (sumar el beneficio obtenido por el aprovechamiento de los huesos y la ceniza.)

*El Reichsmark (RM) fue la moneda oficial utilizada en Alemania desde 1924 hasta el 20 de junio de 1948.

Experimentos con seres humanos:

Heinrich Himmler adoraba los experimentos “científicos”, especialmente si tenían como objetivo el estudio de la raza. Esto lo llevó a fundar en 1933 una Sociedad llamada Herencia de los Antepasados. En 1939 entró en vigor un nuevo reglamento que permitía los experimentos “científicos” en general, y que dos años después ponía a su disposición los seres humanos sometidos en campos de concentración. En 1942 la sociedad se agregó al Estado Mayor particular de Himmler, pasando a ser un órgano de las SS.

El recinto de Dachau, como campo de pruebas de la barbarie nazi que era, no estuvo exento de la experimentación. El jefe del Servicio médico de la Luftwaffe (la fuerza aérea alemana) y oficial de las SS, Sigmund Rascher, posee el triste mérito de haber sido el primero en pedirle a Himmler que se emplearan seres humanos vivos en los experimentos. Amigo del tenebroso Josef Mengele, Rascher condujo experimentos sobre “descompresión” y “efectos de la altura”. Declarado filonazi (denuncio a su padre a la GESTAPO acusándolo de ser enemigo del régimen), fue el responsable de la muerte de centenares de personas. Sometía a los prisioneros a terribles pruebas buscando un remedio para los pilotos de la Luftwaffe que caían en las frías aguas del mar Báltico. Sumergía a los prisioneros, vestidos con traje de aviador, en tanques de agua helada para observar sus reacciones mientras se congelaban. Posteriormente les suministraba toda una serie de productos para reanimarlos una y otra vez, obviamente, a costa de la vida del preso.

Carta de Rascher en abril de 1943: “Gracias a Dios hemos podido disfrutar en Dachau de unos días helados y así poder resolver el problema de la supervivencia de algunos sujetos expuestos a la intemperie y a temperaturas extremadamente bajas. Algunos han permanecido durante 14 horas a seis grados bajo cero, y hemos visto cómo su temperatura corporal bajaba hasta los 25 grados, con congelación periférica, aunque todos han sobrevivido gracias a un baño muy caliente...”.

A este carnicero le ayudo Hubertus Strughold, director del Instituto de Medicina de la Luftwaffe. Cuando el campo fue liberado en 1945, Strughold fue trasladado a los EEUU junto con otros científicos y doctores nazis dentro de la Operación Paperclip. Allí, Strughold se convirtió en un reputado doctor y aplicando los conocimientos adquiridos en Dachau llegó en 1949 a ser director del Departamento de Medicina Espacial de la Fuerza Aérea de los EEUU. De hecho Strughold es considerado el "padre de la medicina espacial". Con una flagrante cortina de humo Estados unidos tapo el asunto y oficialmente afirmo que no habría tenido conocimiento de la situación. Sin embargo, en 1993 su imagen se borró del mural titulado The World History of Medicine de la Universidad del estado de Ohio y también se quitó su nombre a la Biblioteca de medicina espacial de Randolph. En mayo de 2006 se eliminó su nombre, por unanimidad de los miembros del Comité del Museo de Historia del Espacio de Nuevo México, del International Space Hall of Fame. Murió el 25 de septiembre de 1986 en San Antonio, Texas.

Sigmund Rascher también quiso saber cual era el aguante del cuerpo humano en altitudes extremas. Dichos experimentos se llevaron a cabo en una cámara de bajas presiones, donde los individuos eran sometidos a condiciones atmosféricas simuladas de 68.000 pies de altura. Muchas de las víctimas murieron y otras sufrieron daños irreparables. Quedaba terminantemente prohibido el suministro de anestesia. Realizo torturas con experimentos acerca de la coagulación de la sangre. Para ello lesiono gravemente y amputo miembros de numerosos presos a fin de testar la capacidad de coagulación. Todo para probar la eficacia de “polygal” una sustancia que el Dr. Sigmund Rascher defendía por sus propiedades antibióticas. Muchos de los prisioneros murieron y otros quedaron inválidos.

Pero el carnicero de Rascher no fue el único científico torturador que estuvo en Dachau. El Dr. Claus Schilling fue un investigador de las enfermedades tropicales, y dirigió en el campo un centro de experimentación de la malaria, en el cual infectó a alrededor de 1.100 prisioneros en busca de una vacuna contra la misma. Después de haber contraído esta enfermedad a través de picaduras de mosquitos o de inyecciones, se suministraba al sujeto diversos fármacos para estudiar su reacción. Muchos murieron y a otros les quedaron secuelas permanentes.

La liberación de Dachau:

A medida que las fuerzas aliadas avanzaban hacia Alemania, los germanos comenzaron a trasladar prisioneros de forma masiva, alejándolos del frente para evitar su liberación. A Dachau llegaban constantemente medios de transporte desde los campos evacuados, lo que provocó un drástico deterioro de las ya penosas condiciones de vida. Las epidemias de tifus se convirtieron en un problema serio debido al hacinamiento, a las pobres condiciones sanitarias y al débil estado de los prisioneros. Como consecuencia morían entre 100 y 200 prisioneros por día. En las barracas destinadas a alojar 200 prisioneros se amontonaban más de 1.600. El 26 de abril de 1945 las SS obligaron a 7.000 prisioneros (sobre todo judíos) a emprender una marcha de la muerte hacia el sur, desde Dachau a Tegernsee. Aquellos que se retrasaban eran fusilados, y muchos murieron de hambre, agotamiento o frío. El 28 de abril de 1945, la mayoría de los SS del campo huyeron. Los presos habían organizado en secreto un comité internacional para administrar el campo hasta la llegada de los norteamericanos y para hacer frente a las escasas tropas de las SS que permanecían en el recinto, y que tenían órdenes explícitas de Himmler de asesinar a todos antes de la liberación.

El 29 de abril de 1945, las fuerzas aliadas liberaron Dachau. El campo fue liberado por la 45ª División de Infantería del Séptimo Ejército de Estados Unidos. A medida que se acercaban al campo, encontraron más de 30 vagones de tren llenos de cadáveres de judíos de Hungría y Polonia, que hacía poco habían llegado del campo de Birkenau, todos en un avanzado estado de descomposición. En ese momento había más de 60.000 prisioneros en el campo, provenientes de más de 30 países; entre ellos había sólo un pequeño número de alemanes. Alrededor del 30% eran judíos. La corresponsal norteamericana Martha Gellhorn (casada con Hernest Hemingway, al que conoció como corresponsal de guerra durante la guerra civil española) fue una de las primeras en entrar al campo con las tropas aliadas. Describió el lugar como: “un círculo infernal con esqueletos al sol hurgándose los piojos”. A principios de mayo de 1945, las fuerzas americanas liberaron a los prisioneros que habían sido enviados a la marcha de la muerte.

A mediados de otoño de 1945, empezó el juicio contra 42 de los miembros de las SS, con la acusación de ser los responsables de los crímenes de guerra cometidos en Dachau. Antes de la sentencia, varios se suicidaron. Más de una treintena fueron condenados a muerte. Este campo fue uno de los primeros lugares exhibidos a Occidente como prueba de la brutalidad nazi. El recinto se siguió utilizando, como campo de refugiados, durante varios años.

Presos de todo el mundo:


En el campo de Dachau hubo presos de los siguientes países:
Albania, Grecia, Rumania, Egipto, Holanda, San Salvador, Australia, Irlanda, Suecia, Bélgica, Italia, Suiza, Brasil, Yugoslavia, España, Bulgaria, Luxemburgo, Checoslovaquia, Dinamarca, Noruega, Turquía, Alemania, Austria, Hungría, Inglaterra, Paraguay, USA, Finlandia, Polonia, URSS, Francia y Portugal.

La visita a Dachau:

Hace tiempo que deseaba conocer el campo de Dachau. Mas que un deseo era una inquietud, el anhelo de encontrar explicaciones a la barbarie humana. Este es el diario de una visita a un infierno construido por y contra el ser humano.

Al salir de la estación de tren del pueblo de Dachau, todo parece tranquilo, incluso apacible. El día es soleado y agradable. Junto al autobús que nos acercara al campo veo un cartel que hace referencia a la marcha de la muerte desde Dachau a Tegernsee. Una sensación de desasosiego crece en mi, como presagiando lo que esta por ver. Tras unos minutos de trayecto nos apeamos junto al edificio de información, donde recogemos las estupendas audio guías que nos acompañaran durante la visita. Después de recorrer unos metros vemos la primera torre, que vigila la entrada y salida al campo, y que en otra época fuera el hogar de los francotiradores alemanes. Bajo el edificio que preside esta torre se encuentra la puerta enrejada, donde aparece la frase que se inscribió en todos y cada uno de los campos nazis: “Arbeit macht frei” (literalmente, el trabajo te hace libre, una estrategia psicológica para aportar “esperanza” al preso).

Dentro del campo la ansiedad aumenta y la imaginación se dispara. Frente a nosotros se encuentra el patio de revista donde, por la mañana y por la tarde, debían formar los presos. Si alguno eludía la formación, la siguiente revista de castigo duraba una noche y medio día para todos. A nuestra derecha esta el mayor edificio del campo, el bloque de Intendencia que albergaba la cocina, la lavandería, el guardarropa y el baño utilizado por las SS para la tortura de los presos (los azotaban mientras colgaban de un poste con los brazos juntos, dislocados y los pies a dos palmos del suelo). También se encontraban allí otras dependencias como la zona de registro donde los presos recién llegados eran desposeídos de sus pertenencias y clasificados según su condición. Hoy un cartel indica que es el museo de Dachau. El recorrido, apoyado por la audio guía, resulta impactante. El contexto histórico esta bien definido con periódicos y revistas de la época donde se recogían las excelencias del reich y el bien que estos campos hacían a la moral de los presos. Pronto uno se reafirma en la idea de que la propaganda nazi era de tal magnitud, que el librepensador se convertiría irremisiblemente en un proscrito y un asocial. Encontramos muchas referencias a presos, esta vez con sus nombres y apellidos. Se nos describe el día a día y las historias de superación humana que se vivieron dentro de esos muros. Avanzando por las habitaciones, donde se mantienen ciertas instalaciones de calefacción y servicios tal y como estaban 70 años atrás, uno recibe tal cantidad de información, que es difícil de procesar. Pasas por paneles que te describen a los asesinos, los experimentos atroces, la ceguera de la población, las historias humanas y trágicas. En mitad de la última sala se puede ver una filmación de las tropas aliadas el día que llegaron al campo. Las imágenes son espeluznantes.


Salimos muy tocados del edificio del museo para dirigirnos a una nave alargada que, situada en la parte trasera del campo, albergaba los calabozos. Llamado el Bunker, es uno de los lugares más tenebrosos que jamás he visto. Es un enorme pasillo con numerosas puertas a cada lado y varios tragaluces en el techo. Cada puerta da paso a una estancia, ahora con unos 3 metros cuadrados, pero que antes se dividía en varias habitaciones dejando celdas donde solo se podía permanecer de pie. Celdas sin luz ni agua, donde se torturaba y eliminaba la dignidad del individuo. En el ambiente hay algo que convierte el aire en irrespirable.

Nos dirigimos al patio principal y a los barracones. Solo quedan dos que son copia de los originales. Tras ellos una gran explanada donde se encontraban los 30 restantes, ahora derribados y de los que solo quedan los cimientos. En el interior de los barracones se puede ver como la llegada masiva de prisioneros, fue transformando la estructura de las estancias hasta convertirlas en colmenas con decenas de literas, donde prácticamente era imposible moverse. Sólo hay camastros y una pequeña habitación con retretes. Fuera ya, continuamos por el camino de piedras que funciona como la avenida principal del campo, flanqueada por los 32 pabellones. De nuevo la mente imagina la vida entre esos muros.

Y quedaba lo más duro. Al final de la avenida y dirigiéndonos a un lateral, en una puerta, la única abierta del perímetro, se puede leer un cartel: Krämatorum (crematorio). Se ven dos edificios. Uno bastante pequeño (antiguo crematorio) y frente a el, otro de mayores dimensiones en el que destaca una gruesa chimenea. Dentro de este ultimo se encuentran, intactos, los hornos que se usaban para cremar los cadáveres de los prisioneros. La habitación contigua es pequeña y oscura. El techo es bajo y tiene varios orificios. Es la cámara de gas. Junto a ella una cámara de desinfección. El proceso que seguían los presos era el siguiente: Se les desvestía en la sala de desinfección y se les decía que pasarían a ducharse en la habitación de al lado. De hecho el rotulo que hay sobre la puerta reza brausebad (cuarto de duchas). Dentro, lo que surgía de los grifos no era agua, era gas. Tras esperar que el gas hiciera efecto, entre 20 y 25 minutos de agonía, se recogían los cuerpos y se introducían en los hornos crematorios hasta que no quedaba más que ceniza.

En un principio el campo se usó como lugar de reclutamiento, pero a partir de 1941 comenzó el exterminio en el recinto. Las nuevas instalaciones, las que he descrito, se construyeron en 1942 junto al antiguo crematorio del campo. Algunos historiadores aún debaten si la cámara de gas operó en algún momento o fue construida con propósitos experimentales, ya que a los prisioneros destinados a la ejecución se les trasladaba generalmente a los campos de exterminio en Polonia. Creo que las evidencias apuntan a que el campo de Dachau si fue utilizado para la ejecución masiva durante los últimos meses de la guerra.

Salimos del la zona del crematorio cabizbajos y sin hablar entre nosotros. Supongo que cada uno hablaba consigo mismo. Solo se oía el ruido del camino de piedras, un sonido mecánico, pesado. Me imaginaba los pies de un preso donde ahora pisaban los míos. Los pies magullados de un ser humano exhausto, vació, desesperanzado. Un ser humano sin mas anhelo que el de perdurar un día mas por recordar a los que ya habían caído.

La barbarie humana creo que llego a su cenit durante estos años. En pleno siglo XX y en el centro del viejo continente. Es difícil explicarse como una de las civilizaciones mas avanzadas del planeta, emprendió este camino hacia la destrucción del hombre por el hombre. Alguien dijo décadas antes del III reich, que el que quema libros acabara por quemar personas. Debemos luchar para que lo que sucedió jamás sea olvidado.
"No olvidemos nunca las innumerables víctimas de este y de otros campos de concentración. Quede su trágico destino en la memoria de todos los seres vivos, en particular de la juventud, para que nunca jamás vuelvan a padecer y a morir hombres de forma tan indigna."

jueves, 2 de julio de 2009

Al Ladrón

Estamos en crisis. Las empresas regularizan sus plantillas, despiden al personal, se recortan gastos, prestaciones, etc. Cierran los pequeños negocios, los autónomos se arruinan, la gente pierde sus casas, sus bienes. ¿Dónde esta el dinero, quién se lo ha llevado?
Los empresarios reparten dividendos, los bancos piden dinero a los gobiernos (dinero de los contribuyentes). Los bancos no prestan dinero a los trabajadores. Los bancos prestan dinero para fichar jugadores.

Y en esta crisis que es de verdad pero parece una mentira, una crisis tan grande como la famosa de 1929, en la que volaban empresarios y cabezas de banqueros, lo único que ha volado ha sido el dinero. Acaso el pirata Madoff fue engullido por un Gran Caimán con todo su dinero, o lo escondió en “estrechos” laberintos excavados en rocas y peñones.

O acaso estaban tan pagados de si mismos que tuvieron que comerse el dinero.

No sabemos donde esta el dinero, pero lo que si sabemos es que cuando nos digan que se ha acabado la crisis ellos serán más ricos y nosotros más pobres.

9 de junio de 2009. Informativo de Noticias Cuatro. Iñaki Gabilondo nos muestra esta foto sobre los campos de refugiados en Kenia.
250.000 personas desplazadas de sus hogares. Iñaki nos invita a reflexionar sobre la mirada de esta niña, imaginando lo que piensa sobre nosotros. ¿Odio, resentimiento, acritud, recriminación,......?.
No amigo Iñaki, lo importante no es lo que vemos, sino lo que no vemos, y cito : “Lo esencial es invisible a los ojos”. Estamos tan preocupados por nuestra crisis, por nuestro dinero, por nuestro pobrecito primer mundo, que ni nos damos cuenta de lo que le pasa a esta niña. Si lo esencial es invisible a los ojos, hay algo visible en sus ojos, que nos dice que le han robado su esencia. Y lo esencial en los niños es que sonrían. Porque un niño sin sonrisa es un niño sin ilusión. Un niño sin ilusión es un hombre sin presente.

Solo queda decir una cosa.......... ¡Al ladrón!.

P.D. :
A todos los niños
A los que estuvieron y los que vendrán
A los que seguimos siendo como niños
A los que trabajan con y por los niños
A los que hacen sonreír a un niño.