martes, 26 de agosto de 2008

El hombre Lego cumple 30 años... ¡larga vida al muñeco!


Es un tipo tan amarillo como Homer Simpson, con más plástico que Michael Jackson, más veces clonado que Jango Fett, que ha tenido más profesiones que Di Caprio en Atrápame si puedes y que carga más accesorios que el bolso de Carla Bruni. El hombre Lego, el muñequito de apenas un palmo que se ha convertido en símbolo de la cultura pop, cumple treinta años desde su creación un 25 de agosto de 1978, casi tres décadas después de la invención de sus hermanos los ladrillos Lego. Desde el rincón Os Bobolongos, celebramos con mini velas su aniversario. ¡Felicidades, cara cartón!


La llegada de la madurez –ese eufemismo que quiere decir hacerse viejo – lleva implícita señales inquietantes que todos vamos reconociendo. Uno ya no puede empalmar dos noches seguidas de juerga, el hogar multiplica por siete su poder de atracción y se cambian los cuba libre por un buen vino o un whisky solo, mayor de edad a ser posible. El abuelismo, acuñadado con maestría por nuestra amiga bloguera mapachito violento, es parte imparable de esa metamorfosis. Otro rasgo inherente al ir adentrándonos en la década 3.0 es el de la reflexión con los amigos sobre las nuevas generaciones (y no me refiero a las del partido de la gaviota). El hinduismo habla de que la vida son ciclos que se repiten y, curiosamente, a veces uno se encuentra diciendo aquello que escuchó tantas veces a sus padres o abuelos, y que juro que él nunca repetiría. A saber: "esta generación lo tiene todo“, "están atontados con internet y los mensajitos sms", "carecen por completo de conciencia política", "no se manifiesta en la calle ni Dios" o "están agilipollados, atrapados en el mundo de la videoconsola"

Aunque uno fue más de soldaditos cutres, de esos que venían en sobres que se compraban en quioscos verdes, superhéroes de goma y clips de Famovil, los hombrecitos Lego representan el poder de la imaginación, el juego simple y la construcción de escenarios inventados, de batallas por la Tierra media, de rescates policiales imposibles y de abordajes intrépidos de piratas. En La caverna, de José Saramago, se decía eso de que todo hombre debe saber trabajar con las manos. Aún dimitido por ineptitud propia de esa categoría –"Tú nunca jugaste con lego, ¿verdad?", es una de las frases más repetidas que me lanza mi preciosa mitad, aguantando la carcajada –, uno se identifica plenamente con el universo de los muñecos, los ladrillos y sus infinitas posibilidades.



La treintena del muñeco de cara plana y movimientos de Robocop nos sirve para reivindicar la educación de la calle y el aprendizaje manual. Jugar al fútbol sobre el asfalto, joder al portero del edificio de turno, pasarse la tarde en un parque, tirar globos de agua, entrar en una obra prohibida a medio construir... Los Geyperman, las muñecas peponas, las carreras con los coches de miniatura, las chapas, la comba y la tiza en el suelo dando saltos a la pata coja (seguro que ese juego tiene un nombre, pero nunca llegué a aprendérmelo). Ser niño debería ir de eso, ¿no? Los ojos tienen que ver más allá de una pantalla. Las manos tienen que tocar más que unas teclas. La todopoderosa Playstation aliena. No está mal como aditivo, pero nunca puede ser un sustituto de la vida real, del contacto con los compañeros gamberros de panda. Si uno no se da cuenta, pasa del ordenador a la tele, y de la tele a la Play, con el cerebro aplomado, listo para crecer y ser devorado por el mercado laboral, las hipotecas y la apacible vida burguesa de trabajo-comida-dormida.


La empresa Lego, que nació en 1934 a partir de un taller de juguetes de madera de un carpintero danés (¡¡Pinocho!!), dice que sus muñecos pueden mover el cuerpo de 970 formas diferentes –joder, yo me quedé en la cuarta...-, que se venden tres figuritas en el mundo cada segundo y que ya se han producido más de 4.000 millones de ellas en treinta años. Quizá los niños siguen jugando con los ladrillos y los muñequitos, y la nostalgia indisimulada de esta entrada tenga que ver con otra característica de la "madurez": la deificación de los tiempos pasados. ¿Y el muñeco más popular después de 30 años de ventas comerciales?... ¡¡El policía!! ¿O es que no decíamos antes?... mi papá sabe más que el tuyo, mi papá tiene un coche más grande que el tuyo, mi papá puede cazar un antílope y tres elefantes con un ojo tapado... ¡¡Pues mi papá es policía!! Y todos nos callábamos... A ese papá no había Cristo revivivido que lo ganase. Sí es que al final esto también va a ser un ciclo, los críos tampoco han cambiado tanto, siguen jugando con lego y mis gruñidos en el desierto no son más que quejidos reaccionarios.

2 comentarios:

Claudia Hernández dijo...

Nos sabes cómo me has hecho reír, siempre rico leerte, reflexiones a partir del cumple de un icónico muñeco, para hablar con dulce nostalgia de la infancia y la madurez.
P.D.: El juego de brincar dentro del dibujo de tiza, en américa se llama Rayuela (Ah, Cortázar) y en Vzla. el Avión.

mapachito violento dijo...

Leg O no Leg, esa es la cuestión. ;)