En los años noventa, Johan Cruyff popularizó a su paso por el banquillo del Barcelona el término “entorno”. El holandés volador utilizaba ese sustantivo para definir toda la energía negativa y el derrotismo que solía rodear al Barça en aquellos tiempos, empequeñecido ante la superioridad del momento del Real Madrid. Cuando el equipo perdía, el entorno –y el aficionado podía pensar que Cruyff se refería a los periodistas, los árbitros, los directivos, el presidente o al pesimismo de los propios seguidores– tenía la culpa. El genial entrenador creaba así un Ente intangible que condicionaba el devenir del Barça, una fuerza casi sobrenatural que llevaba décadas impidiendo al club cumplir sus sueños deportivos. Si su ciclo deportivo no tenía éxito, el entorno, al igual que en los anteriores cien años de historia del club, prevalecería. Y cuando Cruyff rompió el maleficio, entrelazando la racha triunfal de ligas, razonó henchido que él había sido el primero en domeñar a ese "entorno" paranormal.
Dejando el terreno de fútbol y volando hacia las áridas montañas de Afganistán, allí se forjó hace unos años otra figura que ha adquirido dimensiones de demiurgo omnipresente. Osama Bin Laden-Al Qaeda-terrorismo islámico, tanto monta, monta tanto, representan, desde hace tiempo, el “entorno” amenazante de los gobiernos del orbe neoliberal occidental. No se sabe muy bien si están, si existen en cuerpo y alma, pero su presencia etérea es casi palpable. La alargada mano de Al Qaeda mece la cuna del terrorismo internacional, no importa lugar, continente, huso horario o grado de probabilidad. Los Predator no tripulados del Ejército estadounidense matan y matan lugartenientes y números dos, tres y siete de Al Qaeda, pero el cabronazo barbudo, otrora aliado de la CIA, se les resiste. Mientras tanto, su huella sigue apareciendo en los actos terrorista más atroces e inimaginables, como se encargan de recordarnos a diario los medios masivos de manipulación.
Con la tiranía de la información descontextualizada, auspiciada por un periodismo arrodillado a los intereses corporativos, como se describe en el clarividente libro de Pascual Serrano, Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo –al que dedicaremos una entrada posterior–, la alienación ha llegado a los niveles máximos. El colapso financiero griego, el riesgo de contagio –otra vez, el lenguaje sibilino– a España y Portugal, la ciudadanía enrabietada, la prensa mandando cupones para pedir la cabeza del presidente de turno, el descrédito continuo de la profesión política… La envidia crece, se señala a los que ganan más, se apoya a la patronal en sus luchas con los sindicatos, el pueblo asume que hay que hacer un esfuerzo, porque “se ha vivido por encima de las posibilidades” (¿quién?, ¿el mileurista?). Y los dogmas de fé se repiten con la gravedad de un réquiem: rebajar los costes laborales (ergo bajar los sueldos), reformar el sistema laboral (ergo abaratar el despido y reducir el subsidio de desempleo), reducir el déficit público (ergo meter una tijera brutal en los servicios públicos y privatizar lo poco que quede sin privatizar), reducir impuestos para incentivar el consumo (ergo que los ricos paguen aún menos y renunciar a combatir el fraude fiscal).
2 comentarios:
Excelente post, la verdad que en estos tiempos hay que desarrollar la agudeza tanto como se pueda, sino, viviremos engañados...
La verdad es que contamos las veces en las que, en un noticiero, aparecía la palabra "mercado" y parecía que era lo único que a las "noticias" parecía importarle-- Nunca hablaron de "gente" o "personas" por ejemplo.
Esta claro que enfrentarse o criticar a un ente abstracto, llegado un punto, elimina la capacidad de argumentación. Parece que hablan de algo que existe desde el amanecer de los tiempos, parece que fue el monolito de Kubrick el que dejo sobre la faz de la tierra la idea de EL MERCADO. Todo en este mundo financiero parece desprovisto de un rostro identificable. Por ese motivo no se avergüenzan cuando hablan de reinventarse. Ahora dicen que los culpables de los descalabros de las bolsas son los especuladores. ¿Acaso la bolsa no es básicamente un centro comercial de especuladores?¿Acaso su objetivo prioritario no es dejar hoy diez, para recoger mañana 100, habiéndome rascado la barriga en ese periodo de tiempo? Lo del lenguaje sibilino me ha encantado, riesgo de contagio, un riesgo similar a la ya olvidada pandemia apocalíptica de la gripe A. Como es habitual en ti, gran entrada. Fuerza, honor y Slits exist!!!
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