Niño jugando en la playa de Porth Edward, Sudáfrica. Imagen del sitio African Photos
Hoy día 18 de julio Nelson Mandela cumple
95 años. El delicado estado de salud del estadista vivo quizá más admirado del
planeta hace girar la vista hacia Sudáfrica, país puesto como ejemplo de
transición pacífica hacia una exitosa democracia multiétnica y la mayor
economía de África. Mientras se espera una nueva recuperación milagrosa de
Mandela, en otro importante Estado del continente, Egipto, se ha llevado a cabo
un golpe de estado militar,
envuelto de brillantina de primavera árabe, que ha sido aplaudido a coro por
Occidente. ¿Qué tienen en común ambos episodios? El chantaje de guante blanco
que aplican los organismos financieros mundiales, la Realpolitik más dura en su
versión 2.0 y la función histórica de Estados Unidos como titiritero
geopolítico mayor.
“La nacionalización de las minas, la
banca y los monopolios es la política del ANC [Congreso Nacional Africano], y
cualquier cambio o modificación de nuestras opiniones en este sentido es del
todo inconcebible. El empoderamiento económico de los negros es una meta que
suscribimos y promovemos sin reservas y, en nuestra situación, el control
estatal de ciertos sectores de la economía es inevitable”.
En enero de 1990, dos semanas antes de
salir de la cárcel, Nelson Mandela enviaba esta nota a sus seguidores. Madiba
–como se le conoce en Sudáfrica (1)– quería calmar cierta inquietud que
existía acerca de si los 27 años que había pasado en prisión habían quebrantado
de algún modo su compromiso con la transformación económica del sistema del apartheid,
en el que una minoría blanca poseía todo el aparato productivo y recursos
financieros del país frente a una gran masa de población negra que aportaba la
mano de obra de bajo coste. Así lo cuenta Naomi Klein en el capítulo dedicado a
Sudáfrica de su clarividente libro La doctrina del shock: el auge del
capitalismo del desastre (2), cuyas interpretaciones del actual sistema económico
mundial, a pesar de ser a veces simplistas o un poco forzadas para cuadrar con
la tesis general del texto, han demostrado su vigencia tras la implosión
financiera de 2008.
Este blog cree en la capacidad sanadora
de Nelson Mandela para enterrar odios, en su temple e infinita humanidad que
demostró para evitar un baño de sangre en Sudáfrica, como quedó reflejado en
una entrada de 2008. Pero el texto de hoy se refiere a unas
poderosas circunstancias que ni siquiera una persona de tal integridad pudo soportar. Klein sigue contando en su libro cómo la
convicción de Mandela simplemente recogía la visión histórica del ANC (3), partido fundado de 1912 para defender los derechos de la mayoría negra del
país. Esta visión había tomado forma en 1955 con el Estatuto de la Libertad (Freedom
Charter), un manifiesto bandera aprobado por 3.000 delegados del partido. El documento fue elaborado en base al trabajo de campo de 50.000
voluntarios, que durante meses visitaron los suburbios donde vivía la segregada población negra para recoger sus aspiraciones acerca de cómo debería
ser una Sudáfrica post-apartheid. El estatuto decía:
“Al pueblo le será restaurada la riqueza
nacional de nuestro país, la herencia de los surafricanos; la riqueza mineral
del subsuelo, la banca y los monopolios serán transferidos a la propiedad
conjunta de todo el pueblo; todos los demás sectores económicos y el comercio
serán controlados para que contribuyan al bienestar del pueblo”.
Lo que se proclamaba en el estatuto,
continúa explicando Klein, es que la libertad no llegaría sin más cuando los
negros controlasen el Estado, sino cuando la riqueza del país que había sido
ilegítimamente confiscada fuese recuperada para el conjunto de la sociedad y
redistribuida entre ésta. Y es que el apartheid era, por una parte, un sistema
político racista, curiosamente basado, como explica el filósofo Slavoj Žižek
(4) en su obra Viviendo el final de los tiempos (5), en una ideología
multiculturalista: el régimen vendía que “el apartheid era necesario para que
todas las diversas tribus africanas no se ahogaran en la civilización blanca”.
Por otra parte, el sistema económico se basaba en una reducida élite blanca que
había logrado amasar enormes beneficios con el control de las mimas, las
granjas y las fábricas. La gran mayoría no tenía derecho a ser propietario de
tierras y, por tanto, la gente tenía que ofrecer su fuerza de trabajo por mucho
menos de lo que realmente valía.
Nunca te apartarás del camino 'correcto'
Nunca te apartarás del camino 'correcto'
Pero los sueños de desarrollo social y de
erradicar la pobreza del ANC, de gobernar para “los más pobres de los pobres”, nunca
legaron a hacerse realidad, como nos cuenta la historia. Entre rejas, a las
ideas revolucionarias de Mandela nunca le pudieron colocar grilletes; en
libertad, esas mismas ideas fueron esfumándose al compás de cada reunión de la
bienaventurada comunidad internacional.
En un artículo (6) que recoge extractos de su autobiografía Armed and Dangerous, Ronnie Kasrils,
viceministro de Defensa, ministro de Aguas y Bosques y de Inteligencia con el
primer gobierno del ANC, asegura que este cambio
de rumbo trajo consigo “vender al pueblo por el camino”. Como explica, de 1991 a 1996 “se luchó una batalla por el alma del partido y al
final la perdimos porque se hizo con ella el poder empresarial: la economía
neoliberal nos engulló". Kasrils detalla incluso “el momento faústico” del ANC, cuando
solicitaron y obtuvieron un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) en vísperas de la primera elección
democrática. Las considiones de un préstamo así impedían un programa económico de
cambio radical, “heredando una economía tan ligada a la fórmula global
neoliberal y al fundamentalismo de mercado que dejaba muy poco margen de
maniobra para aliviar la difícil situación de nuestro pueblo”.
A decir verdad, al pacto diabólico ayudó
el chantaje cotidiano de los mercados, una presión asfixiante que bien
conocemos en Europa a raíz de la mal llamada Crisis del Euro (otra
muestra de neolenguaje aséptico que oculta el origen real de la crisis: la voladura
del sistema financiero por su escalada sin freno hacia la especulación). Retomando el relato de Naomi Klein, la
autora explica que cada vez que Mandela o algún dirigente del ANC hablaba de
los principios del Estatuto de la Libertad, la bolsa se desplomaba, las
multinacionales amenazaban con cambios de sede, la fuga de capitales tocaba a
corneta, los grandes inversionistas anunciaban el apocalipsis y la moneda se depreciaba (¡un
increíble 10% al día de salir Mandela de la cárcel y un 20% en todo su primer
mes en libertad!). Una intimidación geofinanciera nada discreta que reconoció
el propio Mandela en 1997:
“La movilidad misma del capital y la
globalización de los mercados de capital y de otros bienes y servicios
imposibilitan que los países puedan, por ejemplo, decidir su política económica
sin considerar antes la respuesta probable de los mercados”.
Cocina tecnócrata para un plato de 'trash food democracy'
Cocina tecnócrata para un plato de 'trash food democracy'
Pero el Sistema no se limitaba a sugerir
gentilmente el camino a seguir, sino que tenía a sus ninjas perfectamente
desplegados para completar la emboscada al ANC. Así, Klein da cuenta de cómo,
quiénes y dónde se llevaron a cabo las negociaciones que dejaron todo atado y
bien atado, como acuñase un caudillo de Ferrol. Las conversaciones se realizaron
en la residencia de Johannesburgo del magnate minero Harry Oppenheimer y en
sesiones nocturanas en el Banco de Desarrollo de Sudáfrica: “En ellas
participaron los principales empresarios de la minería y la energía de
Sudáfrica, los jefes de las compañías estadounidenses y
británicas con presencia en Sudáfrica, y los jóvenes economistas del ANC que
habían sido educados en los patrones de las economías occidentales. Informaban
directamente a Mandela, y fueron marginados o acobardados hasta la sumisión a
golpe de amenaza de las consecuencias nefastas que tendría para Sudáfrica un
gobierno del ANC que acabase aplicando unas políticas económicas que
consideraban desastrosas”.
¿El resultado de este tan familiar
gobierno tecnócrata paralelo? Propuestas básicas del programa del ANC como la
reforma agraria, los medicamentos gratuitos, el salario mínimo, el agua
gratuita o la posibilidad de emitir más moneda para tener una política
monetaria al servicio del empleo y la redistribución se conviertieron en
aviones de papel aterrizando en papeleras. De hecho, se consagró en la
constitución el funcionamiento autónomo del Banco Central (al estilo antidemocrático
del pacto entre el PP y el PSOE en 2011 para incluir un límite de déficit en la
Constitución española) e incluso se mantuvo como presidente del banco al mismo tipo que
ejerció el cargo durante el apartheid (Chris Stals). “¡Eh, tenemos el Estado,
¿dónde está el poder?”, era el chascarrillo recurrente que se oía en las dependencias presidenciales, como recuerda Patrick Bond, ex asesor económico de Mandela, en el libro de Klein.
Por otra parte, la nacionalización de las
minas y de sectores estratégicos de la economía, tal y como recogía el Estatuto
de la Libertad, fue olvidada. También se abandonó el impuesto sobre el patrimonio
y la exigencia de reparaciones económicas a las empresas colaboracionistas con el
apartheid, y se elaboró una política neoliberal de libre comercio, abolición de
aranceles y venta de activos estatales. Klein acredita que, entre 1997 y 2004,
el Gobierno vendió 18 empresas públicas y recaudó 4.000 millones de dólares. La mitad de
estos millones, por cierto, no se destinó al pueblo, sino, siguiendo el
catecismo de los mercados, a los acreedores internacionales: la dirección del
ANC les garantizó el pago de una deuda heredada del régimen racista anterior,
que debía de haber sido considerada ilegítima.
La falacia del goteo de arriba abajo
La falacia del goteo de arriba abajo
Han pasado casi dos décadas de aquellos
acuerdos para la transición en Sudáfrica que, al igual que con los pactos de la
Moncloa en España, abrieron una democracia en falso. Según el baremo de la
respetable comunidad internacional, Sudáfrica es una historia de éxito
económico: de 1993 a 2007, el país encadenó 62 trimestres de crecimiento
consecutivo del Producto Interior Bruto, con una media de incremento del 5,1% (7).
Tras una contracción en el bieno (2008-09) del maremoto de la crisis
financiera, se proyecta de nuevo un crecimiento del 2,7% para 2013 y del 3,5%
para 2014. Aplicando la teoría neoliberal que domina en las poderosas instituciones
mundiales y entre sus líderes, y que equipara crecimiento macroeconómico con
bienestar, el efecto de filtración hacia abajo debería de haber conformado una
Sudáfrica mucho más igualitaria y socialmente desarrollada.
Sin embargo, la realidad se empeña en
contradecir al pensamiento único. Sudáfrica ocupa el puesto 121 de 178 países
en el Índice de Desarrollo Humano y el número de personas que viven con menos
de un dólar al día es de 11,5 millones de una población total de 48 (8). Los
índices de pobreza y desempleo (25% oficial) han aumentado desde principios de
1990 y, hasta 2007, el 10% de la minoría blanca poseía más del 70% de las
tierras en un país con 80% de población negra. Además, los gobiernos del ANC
han contribuido con su negligencia a expandir la pandemia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH),
causante del SIDA: 5,6 millones de personas son seropositivos (9) y fallecen 310.000
ciudadanos al año por este motivo, colocando al país como líder mundial de este
macabro ranking.
Egipto: la intervención o el caos
Egipto: la intervención o el caos
Y mientras al soplar las velas de su 94
años Mandela quizá recuerde triste los sueños de emancipación africana frustrados,
la comunidad internacional está volviendo a tocar su diabólica canción de
transición ordenada para países convulsos. Esta vez el sujeto de estudio sobre
la mesa del laboratorio es Egipto (10), otro de las grandes Estados africanos con
sus 83 millones de habitantes. En un abracadabra geopolítico que ha utilizado
las masivas manifestaciones en la calle –sólo las contrarias a los Hermanos
Musulmanes, eso sí– cual conejo de la chistera, un golpe de Estado en
toda regla, en el que se ha depuesto a un presidente elegido en las urnas, ha
sido transformado por muchos de los medios mainstream y por los principales
países de la comunidad internacional en una intervención necesaria para evitar
el caos. Incluso Estados Unidos se niega a definir el golpe como golpe, porque, en ese caso, tendría que anular los 1.300
millones de dólares que entrega al año a Egipto para conservar la adhesión de
sus fuerzas armadas, a las que también nutre de entrenamiento y equipamiento militar.
Los argumentos del autoritarismo del
presidente Mohamed Morsi y del peligro de que Egipto se conviertiera en otra
teocracia al estilo iraní contienen verdades a medias que, como es habitual,
sirven de coartada ética para accionar el golpe. Una vez más, la defensa de los
derechos humanos (entendidos como democracia liberal occidental) como licencia
para poner en práctica una barra libre de ilegalidades internacionales. En
el ínterin de esta revolución-contrarrevolución, el nuevo Gobierno militar
egipcio, ha suspendido la constitución y
el parlamento, ha encarcelado a los principales dirigentes de los Hermanos
Musulmanes y ha cerrado su canal de televisión. Un apagón informativo que
recuerda al golpe de Estado de 2002 en Venezuela, cuando
Venezolana de TV (el canal estatal) emitía dibujos animados (comiquitas, en
bello lenguaje venezolano) en pleno desarrollo del putch.
La democracia, según Blair
La democracia, según Blair
En un brillante artículo (11) publicado hace
un par de semanas en eldiario.es, la
periodista Olga Rodríguez detallaba algunos de los actores que han intervenido
en esta vieja obra y, casi más peligrosos, los apuntadores que les han soplado las frases y la estrategia global. Entre ellos, el ex primer ministro del Reino
Unido Tony Blair, ahora representante del Cuarteto de Paz (EE.UU., Rusia, la UE y la ONU) para Oriente Próximo y
asesor corporativo multitarea (es consultor permanente en JP Morgan Chase,
Zurich Financial y Louis Vuitton Moet Hennessyn). Vértice del triángulo de las
Azores, quinto columnista mayor de la socialdemocracia y entusiasta impulsor de
invasiones ilegales, Blair defiende la necesidad del golpe de estado en un
un artículo editorial (12) publicado en The Guardian. Basta con leer el titular –“La democracia por sí sola no significa un gobierno efectivo – y subtítulo – “Traer
la estabilidad a Oriente Medio no es tarea de nadie más, sino nuestra”– para
comprender que Blair se sigue considerando representante del sacrosanto orden
judeocristiano mundial, portador de un mandato divino para construir una
democracia liberal global, eso sí, susceptible de cambiar de cromos de
dirigentes (como también pasó en Grecia, Italia) si las ‘reformas’ no satisfacen al
conglomerado financiero.
Blair continúa diciendo que “no se puede permitir que Egipto
colapse” (otra vez la función de gendarme mundial como obligación intrínseca) y que “deberíamos comprometernos con el
nuevo poder de facto y ayudar al nuevo Gobierno a llevar a cabo los cambios
necesarios, especialmente en materia económica, para que puedan cumplir con la
la gente. De esa manera también podemos contribuir a dar forma a una hoja de ruta
hacia las urnas, diseñada por y para los egipcios”.
Esto no es sino una repetición del tutelaje neocolonial del desinteresado amigo anglosajón, que se ofrece falsamente a guiar el camino económico y político de los egipcios; una opción que, de facto, no es tal, ya que la respetable comunidad internacional no es que se haya ofrecido, sino que ya está desempeñando ese papel. Y como colofón, Blair avisa de la dolorosa medicina (también necesaria, por supuesto, como la intervención militar) que tendrá que tragar el pueblo egipcio. “Esto [la nueva orientación del país] conllevará tomar algunas decisiones muy difíciles, incluso impopulares. No va a ser fácil”.
Pinochet, ese hombre; la austeridad, ese mantra
Esto no es sino una repetición del tutelaje neocolonial del desinteresado amigo anglosajón, que se ofrece falsamente a guiar el camino económico y político de los egipcios; una opción que, de facto, no es tal, ya que la respetable comunidad internacional no es que se haya ofrecido, sino que ya está desempeñando ese papel. Y como colofón, Blair avisa de la dolorosa medicina (también necesaria, por supuesto, como la intervención militar) que tendrá que tragar el pueblo egipcio. “Esto [la nueva orientación del país] conllevará tomar algunas decisiones muy difíciles, incluso impopulares. No va a ser fácil”.
Pinochet, ese hombre; la austeridad, ese mantra
Olga Rodríguez también recoge en su
artículo otro caramelo aparecido en los prestigiosos medios internacionales, un
editorial (13) del The Wall Street Journal que pide directamente la puesta en marcha del modelo chileno, la
doctrina del shock que aplicó las directrices neoliberales de la escuela de
Chicago y de su apóstol Milton Friedman a la Chile de la dictadura. De hecho, el
hombre fuerte del golpe en Egipto, el Comandante en Jefe del Ejército Abdel Fatah al Sisi,
también era un hombre de confianza de Morsi, como Pinochet lo fue del
presidente electo Salvador Allende hasta pocos meses antes el golpe, y al igual
que el sátrapa chileno se ha declarado “salvador y protector de Egipto”.
Volviendo al editorial, está
escrito en un tono mercado-dictatorial que deja un discurso de Henry Kissinger en un juego de niños. El texto marca las pautas de cómo debería ser
una transición neo-ortodoxa y, cual novela policial de Agatha Christie, guarda el gran remate-sorpresa para el final: “Los egipcios tendrían suerte si sus nuevos generales
gobernantes resultan ser del estilo de Augusto Pinochet en Chile, quien tomó el
poder en medio del caos, pero contrató reformadores de libre mercado y alentó
una transición a la democracia. Si el General Sisi trata meramente de restaurar el viejo de orden
Mubarak, acabará por sufrir la suerte de Morsi”. Un párrafo alucinante, que
invita a frotarse los ojos. Pelillos a la mar los miles de desaparecidos de Terminator
Pinochet o las decenas (y subiendo) de seguidores de Hermanos Musulmanes
masacrados en los últimos días. Todo sea (de nuevo) por evitar el caos. Y el teto añade después una traca
final fallera, en forma de amenaza Corleone, que le viene a decir a Sisi, El Baradei o a quien pongan: o te rodeas de reformadores de libre mercado o acabarás como
Morsi, es decir, preso e
incomunicado sin juicio hasta el sol de hoy.
Pero, por si acaso, Mohamed El Baradei, la carta de Occidente y a quien se quiso poner de presidente de
transición a toda prisa, ya se adelantó en abril a las peticiones
de The Wall Street Journal. El Baradei aseguraba en una entrevista con la agencia Reuters (14) que “la
austeridad es el precio que Egipto debe pagar por este préstamo [del FMI]. Creo
que no hay otra opción. Egipto necesita inversión privada, pero para atraerla
es necesario un escenario político de consenso”. Pero, como se pregunta Olga
Rodríguez en su artículo, ¿de qué consenso habla este hombre cuándo el partido
más votado y sus dirigentes están en la cárcel?
Abran paso a los ministros del FMI
El crédito al que se refería El Baradei en su cita es un préstamo de 4.800 millones de euros que negociaba el gobierno de Morsi con el FMI y que se había pospuesto en varias ocasiones. Pero no es que los Hermanos Musulmanes de pronto se hubieran vuelto marxista-leninistas –estaban más que dispuestos a seguir la receta neoliberal y, entre otras cosas, vender a precio de saldo activos del Estado y apoyar una zona de libre comercio en el Sinaí– sino que, al parecer, el tozudo de Morsi se negaba a cambiar su gabinete, como relata una documentada crónica de los días previos al golpe en The New York Times (15). Y es que Washington reclamaba a Morsi que incluyera en su gobierno a miembros de la oposición (mamporreros de EE.UU., of course) y al ramillete de turno de tecnócratas con pie y medio en la esfera privada, los visionarios reformadores de libre mercado que pedía el WSJ.
Abran paso a los ministros del FMI
El crédito al que se refería El Baradei en su cita es un préstamo de 4.800 millones de euros que negociaba el gobierno de Morsi con el FMI y que se había pospuesto en varias ocasiones. Pero no es que los Hermanos Musulmanes de pronto se hubieran vuelto marxista-leninistas –estaban más que dispuestos a seguir la receta neoliberal y, entre otras cosas, vender a precio de saldo activos del Estado y apoyar una zona de libre comercio en el Sinaí– sino que, al parecer, el tozudo de Morsi se negaba a cambiar su gabinete, como relata una documentada crónica de los días previos al golpe en The New York Times (15). Y es que Washington reclamaba a Morsi que incluyera en su gobierno a miembros de la oposición (mamporreros de EE.UU., of course) y al ramillete de turno de tecnócratas con pie y medio en la esfera privada, los visionarios reformadores de libre mercado que pedía el WSJ.
Por su integridad física, quizá Morsi debiera
de haber marchado más rápido al son de las (contra) reformas dictadas por los
mercados y sus empleados de la comunidad internacional. Aunque ahora, al menos, su
destitución militar le ha impedido pasar a la historia como el firmante de un
nuevo acuerdo trucado con el FMI. Un pacto que volverá a consagrar la
Santísima Trinidad de la austeridad, privatización del Estado y asunción de
deuda ilegítima y que, al cabo de los años, a buen seguro se revele tan
fáustico para Egipto como lo fue para Sudáfrica y otras tantas naciones desde
el advenimiento de la larga noche neoliberal a principios de los setenta.
Fuentes
1. Entrada de Wikipedia de Sudáfrica. http://es.wikipedia.org/wiki/Sudáfrica
2. La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre (2007); Editorial Paidós; ISBN: 978-84-493-2041-5.
3. Entrada de Wikipedia del Congreso Nacional Africano. http://es.wikipedia.org/wiki/Congreso_Nacional_Africano
4. Entrada de Wikipedia de Slavo Zizek. http://es.wikipedia.org/wiki/Slavoj_Žižek
5. Viviendo el final de los tiempos (2010); Editorial Akal; ISBN: 978-84-460-3652-4.
6. Sudáfrica: el pacto fáustico del ANC fue a costa de los más pobres. Blog Sin Permiso: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6114
7, 8 y 9. Estadísticas tomadas de los sitios: South Africa.info. (http://www.southafrica.info/business/economy/econoverview.htm#.UePh7phBRGE%23ixzz2Z78mtHNB), NationMasters.com (http://www.nationmaster.com/red/country/sf-south-africa/eco-economy&all=1) y The World Fact Book de la CIA (https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/sf.html)
10. Entrada de Wikipedia sobre Egipto https://es.wikipedia.org/wiki/Egipto
11. eldiario.es.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Egipto-Pinochet-America-FMI-intervencion_6_151594855.html
http://www.eldiario.es/zonacritica/Egipto-Pinochet-America-FMI-intervencion_6_151594855.html
12. The Guardian: Democracy doesn't on its own mean effective government
13. The Wall Street Journal: After the coup in Cairo http://online.wsj.com/article/SB10001424127887324399404578583932317286550.html#articleTabs=article
14. Reuters. Entrevista a El Baradei
15. The New York Times: Morsi Spurned Deals, Seeing Military as Tamed.
http://www.nytimes.com/2013/07/07/world/middleeast/morsi-spurned-deals-to-the-end-seeing-the-military-as-tamed.html?pagewanted=1&_r=2&smid=tw-share&
http://www.nytimes.com/2013/07/07/world/middleeast/morsi-spurned-deals-to-the-end-seeing-the-military-as-tamed.html?pagewanted=1&_r=2&smid=tw-share&
2 comentarios:
Celebro la vuelta del blog, esperamos más de vuestra visión crítica y enjundiosa.
Saludos
que bueno que hayas regresado amiguita
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