Retrocedamos un año en el tiempo, concretamente al 30 de junio de 2009, para encontrar a nuestro protagonista, Steven, amaneciendo en su domicilio londinense con una resaca a la altura de miedo y asco en las vegas de Terry Gilliam. El caso es que no recordaba absolutamente nada de lo sucedido la noche anterior. Eran las 7:45 de la mañana y tenia la extraña sensación de haber realizado algo extraordinario horas antes.
Steven Perkins era un broker de 34 años que comerciaba acciones de firmas petroleras para la oficina londinense de PVM Oil Futures. Durante ese fin de semana la empresa decidió agasajar a sus serviles empleados con un resort a todo lujo. Steven aprovecho la ocasión para practicar su heterodoxo golf junto a sus compañeros y tomar alguna copita. Y como no, para beberse algunos cócteles, combinados, vinos. También alguna cervecita fresca, algún bourbon para rebajar. El caso es que se bebió el Nilo hasta una perdida total de raciocinio y de aparato locomotor. Sin dormir, llego a su casa (vete a saber como) y decidió agradecer a sus jefes ese estupendo fin de semana haciendo unas caseras horas extra. Tras unos minutos buscando el botón de encendido de su portátil, comenzó ha realizar transacciones durante horas cual chimpancé amaestrado . Fueron dos tandas a lo largo de ese día, la segunda realmente mítica (como se ve abajo en el grafico). Eran la 1:22 del 30 de junio y el precio del petróleo era de 71,40 dólares. Poco después, a las 3:41 había llegado hasta los 73,05 dólares. En este periodo, Perkins realizó la “inversión” de 520 millones de dólares en crudo (comprando 7 millones de barriles) mediante ICE Futures Europe, sin ninguna autorización u orden de sus clientes. Steven, desde su casita, su portátil y su borrachera de dimensiones bíblicas, estaba subiendo el precio del petróleo al aumentar sustancialmente la demanda. El crudo se disparó en el mercado y alcanzó su cotización más alta en ocho meses. Como al principio no se sabía la causa de la subida, esta generó una ola de temor a nivel mundial y los expertos señalaron incluso que el alza del precio podía amenazar la incipiente recuperación económica.
Habíamos dejado a nuestro protagonista rascándose la cabeza mientras observaba la bolsa de los palos de golf llena de botellas. Tras un espidifen y un vistazo al portátil, se percato de su gran obra y mandó un mensaje a su director general diciendo que no acudiría a trabajar por la enfermedad de un pariente. ¡Que Crack! Pronto la compañía vio el agujero negro generado por Perkins, al que incomprensiblemente despidió y mando a rehabilitación.Y de todo lo anterior nos hemos enterado un año después por la Autoridad Británica de Servicios Financieros que dijo que el pobre Steven Perkins no podrá trabajar más en la industria de los servicios financieros pues “no es una persona idónea”. Menos mal que existe este tipo de “autoridades”. Tal y como contaba esta semana The Daily Telegraph, las pérdidas para la compañía fueron millonarias (concretamente 9,7 millones de dólares), aunque el trader sólo tuvo que afrontar una multa de 72.000 dólares, una inhabilitación de cinco años y un tratamiento contra el alcoholismo.
Larga vida a Steven y larga vida a los mercados. Que no cambien nunca. Me siento seguro. Seguro del desastre.
3 comentarios:
Un gran post y un estupendo cierre. La historia es A L U C I N A N T E
Hermano, esta entrada se lee como un buen 'thriller'. Tienes alma de Chandler! Da miedo pensar en manos de quienes estamos, aprendices de brujo que mueven sus fichas en el casino. Lo único positivo es que cada vez somos más os que abrimos los ojos, y las grietas del fraude se hacen más grandes. Tardará, pero este sistema-chiringuito de especuladores acabará cayendo.
Hermano, esta entrada se lee como un buen 'thriller'. Tienes alma de Chandler! Da miedo pensar en manos de quienes estamos, aprendices de brujo que mueven sus fichas en el casino. Lo único positivo es que cada vez somos más os que abrimos los ojos, y las grietas del fraude se hacen más grandes. Tardará, pero este sistema-chiringuito de especuladores acabará cayendo.
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